1) Es un adolescente, de unos 18 años, y se mueve en silla de ruedas con rapidez y destreza. Alguna complicada enfermedad le afecta visiblemente su cuerpo, entonces su motricidad es, seguramente, escasa. Pero aún así maneja el comando de la silla. Lo acompaña una joven y ambos forman parte de la inmensa caravana que intenta llegar al predio La Colmena para una nueva “misa” ricotera del Indio Solari, en medio de la falta de iluminación, un obligado zigzagueo absolutamente incomprensible y el barro en el piso tras la lluvia de la tarde. Pero, en un momento, el muchacho y la chica se cruzan con un difícil problema: un terraplén de lodo y piedras, a 45 grados del nivel del suelo. Se arma un grupo solidario y espontáneo para subirlo, y que el joven pueda continuar su marcha hacia el ansiado show. Entre varias personas cargan la silla, pero mientras ascendían con mucho esfuerzo, se escucha un estruendo. Nadie sabía que arriba del terraplén había vías ferroviarias y allí, en ese momento, pasa una locomotora. Sin controles, sin nadie que indique del peligro, sin necesidad alguna de exponer al público a esas situaciones riesgosas. A una cuadra, todas y todos quienes cruzaban las vías, podían ver un cruce peatonal, con buena luz y piso de cemento, pero cerrado a la gente, aunque abierto a unos seis efectivos policiales que fumaban y miraban las pantallas de sus celulares.
2) Hace un año, en ocasión de la visita de Paul McCartney a nuestro país, el mítico músico brindó un reportaje y habló de sus ganas de venir, dedicando muchísimo tiempo de la entrevista a la seguridad. Con 50 años liderando espectáculos, el oriundo de Liverpool no deja nada librado al azar para sumar elementos que mantengan sus shows en orden y cuidada su gente. Para su espectáculo en La Colmena, El Indio (fundó hace 41 años Patricio rey y sus Redonditos de Ricota) y su organización, la Municipalidad de Olavarría, las autoridades de la provincia de Buenos Aires y los organismos de Nación, debieron actuar en conjunto. Se hubiera evitado que la gente tenga que dejar sus vehículos a 10 ó 20 kilómetros, de caminata obligada, cuando dentro de la ciudad había espacios más que suficientes para estacionar. Se hubieran evitado robos en los coches, pero también asaltos en el camino y hurtos dentro del predio. Se hubiera evitado el desconcierto ante la falta absoluta de señalización que permitiera llegar correctamente a los ingresos. Se hubieran evitado posibles tragedias y mucho miedo en la caótica salida del predio, con una sola boca, pisando barro líquido y peligros por doquier. Se hubieran evitado siniestros viales con controles en las rutas. Se hubieran evitado la tristeza y la impotencia de los muertos y heridos, tomando con responsabilidad un evento que, se sabía con certeza, desbordaría de gente la ciudad y el predio.
3) A bordo de una camioneta utilitaria, un efectivo de la Policía Bonaerense con su uniforme colocado mira de reojo a los ocupantes de un auto, al ingreso de Tapalqué, a 42 kilómetros de Olavarría. Hay tensión porque el embotellamiento es inmenso y no se avanza. La escena ocurrió cuando faltaban algunas horas para que Solari comience lo que sería un show por el dolor. Quienes no lograban sortear la Ruta 51 estaban en estado de alerta. Menos el policía. “Mirale vos la caripela del que maneja”, lanza, en tono jocoso, dando inicio a un ida y vuelta insólito con los ocupantes del auto. Se escuchan carcajadas. “El es nuestro conductor asignado. No tomó una gota de nada. Pero dígame una cosa. ¿Usted va adonde yo creo? ¿Así vestido?”, le pregunta un ricotero. “Claro, pibe. Los policías somos como ustedes. Comemos, escuchamos música, nos enfermamos. Todo lo mismo”, le contesta. Sin embargo, al ratito esa presunta igualdad se diluye cuando muestra un manojo de entradas falsas. “Van como piña”, les suelta el uniformado con una carcajada, que infunde el miedo derivado de la impunidad, esa misma que tiñó lo que debió ser una fiesta del rock popular y la convirtió en una trampa mortal.