El gimnasio de boxeo del Club Social y Deportivo Alsina, de Quilmes, nunca tuvo tanta gloria e historia al mismo tiempo. Luego de haber recorrido el mundo y conquistado tres títulos mundiales, Juan Martín “Látigo” Coggi aceptó trabajar en el distrito y, ahora, le brinda la posibilidad a chicos y chicas de bajos recursos de acercarse al deporte para que tengan otra alternativa de vida, diferente a la que pueden tener en la calle.
Toda esa gloria e historia se trasformó en solidaridad y, por eso, durante la semana, se acercan al club unos 25 jóvenes para tomar clases de boxeo gratuito con uno de los boxeadores legendarios de este país.
Son todos jóvenes que quieren boxear para ser grandes, como su entrenador. Llegan a la sede social del club, dejan su bolso y empiezan a tirar piñas contra una bolsa de box. Visten musculosa amplia y un short, y algunos de ellos entrenan descalzos. Con ese look se los ve, no les importa el frío, con la primer piña la sangre corre, al igual que corren sus sueños.
Látigo Coggi está al tanto de esto, sabe lo que sus alumnos quieren y, por eso, los entrena “para que sean campeones de la vida”.
“Yo estoy entrenándolos para que el día de mañana -sean o no sean campeones mundiales- trabajen de boxeadores. Ellos acá, para subir al ring, se tienen que hacer una revisación médica completa y gratuita, van a tener su licencia con la Federación Argentina de Box, y se está formando una sub comisión de boxeo en el municipio para que no les falte nada”, afirmó Juan Martín a este medio.
Asimismo, Coggi destacó su intenciones: “Con este trabajo siento que estoy devolviendo un poco de todo lo que a mi me dieron. Porque vos imaginate que yo todo lo que tengo lo conseguí gracias al boxeo. Los chicos no pagan nada, acá se le dan los guantes y yo trato de traspasarle la sabiduría. Lo que quiero es que ellos sean algo en la vida y, además, que aprenda que la mejor manera de sacar a los chicos de la calle es el boxeo”.
La vida en la calle es dura, Látigo la vivió de cerca. Por este motivo, además de técnica y entrenamiento boxístico, intenta transmitirle valores morales.
“Quiero transmitirles honestidad, que no hay que robar, que ellos mismos se pueden ganar sus cosas. Cada ladrillo de mi casa tiene una gota de sangre mía, y lo fundamental es que aprendan a ganarse lo que es de ellos y que después se sientan orgullosos de sí mismos como yo me siento hoy”, agrega el campeón.
Sobre su apodo, detalló: “Me pusieron Látigo los 13 años porque era muy finito y picante. Se dijeron un montón de cosas y yo nunca desmentí nada, porque sino tenía que contarles la historia a todos. Cuando me contratan para pelear, ya tenía 60 peleas en la calle. Nunca había subido a un ring. Y el arbitro dijo antes de empezar la pelea, se saludan ahora y hasta el final de la pelea no se saludan más. Cuando mi rival vino a chocar los guantes le pegué un piñazo en la cabeza. No sabía como era el sistema, estaba acostumbrado a pelear en la calle. A la siguiente pelea, me nombraron Juan Martín “Látigo” Coggi,”, relató.
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