El arte de criar y entrenar palomas mensajeras se conoce como colombofilia, y se trata principalmente de una práctica deportiva, aunque también se utilizan en casos de catástrofes y operaciones de salvamento, y fue, sin dudas, el primer correo aéreo, entre otras cosas.
Aunque hoy se dispone de una tecnología avanzada para las comunicaciones, las palomas mensajeras continúan teniendo un lugar irremplazable con su tarea como enlaces eficaces y seguros para transmitir información entre zonas estratégicas durante conflictos bélicos. Tal es así que existen palomas que han sido condecoradas por méritos de guerra. Las palomas mensajeras se conocen desde las guerras entre egipcios, griegos, romanos y árabes. No es para menos, ya que una paloma mensajera vuela con agilidad. Puede llegar a alcanzar los mil metros de altura y en un día son capaces de recorrer ochocientos kilómetros simplemente con el objetivo de cumplir su misión.
Las palomas mensajeras se diferencian por su peculiar instinto de orientación. Una vez adaptada a un palomar, si es llevada lejos del mismo, ya sea a pocos metros o a varios kilómetros, es capaz de regresar al ser dejada en libertad. Son capaces de volver al palomar atraídas por su pareja, sus crías o simplemente su nido, desde distancias superiores a 700 Km. a una velocidad de 90 kilómetros por hora o más.
Se cree que las palomas mensajeras tienen muy desarrollado su reloj biológico acorde con la latitud en la que se cría, de forma que tiene todos sus ritmos vitales adaptados a la intensidad y duración de la luz del lugar donde vive para cualquier época del año. Por eso, si se suelta al Norte de su palomar, encontrará demasiada luz para ese momento y tenderá a volar en la dirección que la aleja del sol. Lo mismo sucede si se suelta hacia el Sur, al Oeste o al Este, tomando en esos casos el camino más adecuado para que su reloj biológico se corresponda con la luz. Este instinto de orientación basado en compensar el desplazamiento aparente del sol respecto a la hora y la latitud, se denomina menotaxia.
Pero esta facultad sólo le sirve para aproximarla al punto de destino. Para llegar al palomar en su tramo final, emplea otro sentido de orientación que se basa en el reconocimiento previo de puntos fijos en varias direcciones: edificios, árboles, jardines, entre otras cosas. Esta capacidad de orientación se conoce como farotaxia.
Sin embargo si el cielo está cubierto por nubes, la paloma puede sentirse un poco desorientada, pero a pesar de todo, su instinto de menotaxia puede ayudarla a continuar si es capaz de vislumbrar la intensidad y dirección de la luz por entre las nubes. Si ya está orientada, puede continuar en la misma dirección hasta aproximarse a lugares más conocidos que le permitan usar la farotaxia. Aunque la vuelta a la casa no es tan sencilla, porque son muchas las dificultades que encuentra, como es el sistema orográfico y las condiciones meteorológicas reinantes del territorio donde tiene que volar, las aves de rapiña, que son su enemigo número uno y la presencia desaprensiva de cazadores.
Las palomas acompañaron al hombre desde tiempos remotos. Actualmente, existen muchos aficionados a criar palomas y no es necesario ser profesional para cuidar y criar a estas aves, según los entendidos es una experiencia que aporta numerosas satisfacciones. Pero antes de tomar la decisión, convendrá tener la opinión de un especialista en aves o un veterinario para que oriente sobre las características de estas mascotas.
La especie de palomas que conocen todos recibe el nombre de paloma bravía o doméstica. Procede de Asia y de Africa. En su habitat natural vive en zonas montañosas, en las grietas que forman las rocas, donde se reproduce y cría a sus pichones. Las palomas urbanas son domésticas asilvestradas y normalmente permanecen en parejas o se encuentran en bandadas.