Cuando se comienza a ganar en los juegos de azar, el apostador con preferencia por las chances llega a creer que con sólo doblar la apuesta, sobre todo si tiene una racha de aciertos, podrá hacer saltar la banca.
Expertos jugadores aseguran que para lograrlo y enfrentar al casino se debería disponer de una suma de dinero ilimitada como la misma banca. Aunque afirman que las rachas de diez chances repetidas suelen ser frecuentes, coinciden en que el secreto consiste en retirarse a tiempo, aunque nadie sabe con certeza cuándo es ese preciso momento. Esa ambición por hacer saltar la banca es natural en todos los jugadores y, según cuenta la historia, en algún momento en el casino de Montecarlo se batió el record de cantar 26 negros consecutivos, aunque en esa oportunidad no “saltó la banca”. La mayoría coincide en que el tallador tiene mucho que ver en esa carrera por atrapar la fortuna cuando arroja la bola al plato de la ruleta. Por eso muchos apostadores siguen a determinados talladores que tienen “fama” de favorecer la suerte, y una de las cábalas más habituales es seguirlos en su rotación de mesa en mesa. Uno de los casos emblemáticos que pasaron a la historia es el de Charles Deville Wells, un ciudadano inglés que llegó a Montecarlo en el verano de 1891. Después de once horas jugando a la ruleta, logró multiplicar ampliamente los 100 mil francos que había llevado para apostar, en 250 mil. Al día siguiente, continuó ganando. Pero al tercer día la suerte en la ruleta lo abandonó y, después de recuperar 50 mil francos que había perdido en un juego de cartas llamado 30 y 40, decidió volver a arremeter contra la ruleta. Y esa vez lo consiguió. Hizo saltar la banca una docena de veces y ganó medio millón de francos, suma que para esa época significaba toda una fortuna. Sabemos que cuando alguien hace saltar la banca en un casino no significa que el casino se vaya a la bancarrota, sino que la mesa se quede sin más fichas. En Montecarlo se acostumbraba poner un paño negro sobre la mesa cuando eso sucedía, como señal de luto. Actualmente, cuando la banca salta en un casino se reabastece la mesa rápidamente, lo que puede suceder varias veces en una noche. La llave del éxito de Charles Wells consistía en jugar una variante del sistema d’Alembert. Apostaba inicialmente diez fichas, y si perdía, reducía la apuesta a nueve fichas. En cambio si ganaba, aumentaba una ficha. Wells insistía en que estaba utilizando un sistema más complejo, y se lo observaba concentrado murmurando y haciendo cuentas. Wells puso de duelo a la banca durante tres días seguidos. Apostaba a números por debajo de 10 y ganaba con una regularidad impresionante. Después de tres días de ganancias continuas regresó a Londres, donde fue recibido como un héroe nacional. Su buena suerte fue tan difundida que Fred Gilbert escribió una canción sobre Charles Wells, llamada The Man Who Broke The Bank At Monte Carlo (El hombre que Rompió la Banca en Montecarlo). Charles Coborn fue el primero en cantarla en el Trocadero de Londres. Con el tiempo se convirtió en un éxito en Inglaterra y Estados Unidos. Con su ganancia, Wells compró un barco a vapor que bautizó Palais Royale. Pero su suerte se terminó cuando lo descubrieron envuelto en algunos negocios oscuros que lo llevaron a prisión por fraude, durante 8 años.