Banfield despide a un presidente que marcó una época con buenas y malas

Llegó al club en 1998, cuando el Taladro penaba en el Nacional B (hoy Primera Nacional) y en 2001 dio el salto a Primera. De la mano de Mané Ponce, el equipo logró una campaña brillante marcada por dos factores: una economía al borde de la quiebra por la pésima gestión de Atilio Pettinati y un vuelo futbolístico de alto nivel de la mano de un inolvidable José Luis Garrafa Sánchez. Con todo a cuestas, El Taladro salió a flote.

Luego de estabilizarlo en la máxima categoría y ya asentado como mano derecha de Don Julio, al que siempre asistió a nivel financiero, como tesorero y consejero, Portell contrató a Julio Cesar Falcioni y formó un equipo que primero logró la clasificación a una competición internacional por primera vez en su historia y que, luego, consiguió el único torneo oficial de AFA que tiene el club.

Ese equipo que lo consagró como dirigente contó con referentes que tarde o temprano se terminaron yendo enfrentados con la dirigencia que Portell encabezaba. No fue la excepción para los chicos de las inferiores, como Rodrigo Palacios, Darío Cvitanich, Cristian Luchetti, y hasta el mismísimo Falcioni. Todos, de salida, tenían algo que facturarle al presidente.

Cuando las épocas doradas comenzaron a platearse, las críticas se empezar a escuchar en voz alta. El final de su carrera como dirigente lo encontró tejiendo una alianza junto al PJ lomense donde el por entonces intendente Martín Insaurralde la facilitó una estructura casi íntegramente armada por personal del municipio. De la mano de las malas campañas llegaron las grandes críticas y así, cuando el equipo perdió la categoría, se abrió la ventana para que deje la vida institucional del club, que sería presidido por Eduardo Spinoza.

Fue dirigente por catorce años, tocó el cielo con las manos dándole la gloria deportiva al club, pero tuvo que irse del club por la puerta de atrás, entre números que no cerraban y socios poco convenientes.