- Vieja, andate rápido que hay una ambulancia estacionada. Me parece que te quieren internar en un loquero.
Estas palabras fueron atribuidas a Carlos Menem Junior el 12 de junio de 1990 y estaban dirigidas a su madre, Zulema Yoma. Ambos, junto a Zulemita, se encontraban en el interior de la residencia presidencial de Olivos y había una orden firmada por el primer mandatario, el riojano Carlos Menem, para que su mujer dejara el lugar.
Las escenas a partir de ese momento pertenecen más a una secuencia almodovariana que a la realidad cotidiana de un país serio. Zulema y Zulemita salieron de Olivos para dirigirse al departamento familiar de la calle Posadas, en el corazón del exclusivo barrio de Recoleta. El hijo del Presidente se quedó en el interior de la residencia y los móviles periodísticos optaron por registrar la secuencia del vodevil.
Al retorno de las dos mujeres, los militares que custodian la casa del mandatario cumplieron las órdenes del ex jefe de la Casa Militar, el brigadier Andrés Antonietti -conocido en los ámbitos políticos como "El conde de Montecristo"-, que impedían el ingreso de Yoma a la quinta presidencial.
El presidente había dejado la residencia el 28 de mayo de 1990, con la excusa de emprender un prolongado viaje que lo terminaría depositando en el partido inaugural del Seleccionado argentino en el Mundial de Italia. De ahí que las versiones se cruzaran: por un lado están quienes sostienen que ese 28 de mayo firmó el decreto 1026, que fuera redactado por Raúl Granillo Ocampo, y, por el otro, los que sostienen que el mismo fue inspirado en las playas de la paradisíaca Tahití.
En las escuetas líneas del mencionado decreto quedaba en claro que sería el presidente Carlos Menem quien determinaría qué personas podrían entrar o permanecer en la residencia presidencial, poniéndole punto final a lo que consideraba como excesos protocolares de Zulema Yoma.
- Cuando vuelva quiero que todo esto esté solucionado. Esta casa es mía.
Esa fue la orden que Menem le dejó a Antonietti, quien además se ofreció para manejar el plan de desalojo como si se tratase de una operación militar. Por ende, a nadie le sorprendió que mientras monitoreaba que tanto madre e hija no ingresaran a la residencia portara un tubo de gas paralizante, por si Carlitos resistía a la orden de su padre.
En las imágenes que recorrieron el mundo pudo verse a Zulema, vestida con un jogging azul y en zapatillas, tratando de comunicarse con su hijo en el interior de la residencia, mientras vociferaba "me lo tienen secuestrado a mi Carlitos".