Luego de 2012, el suizo caminó por la cornisa con impensados resultados adversos y decidió realizar renovaciones profundas para reforzar su juego.

“¡Golpea de revés, maldita sea!”, le aconsejó su padre Robert muchas veces, pero él prefería seguir con una de las fórmulas que le daba el éxito en todas las superficies, hasta que los resultados comenzaron a ser contrarios. Roger Federer (5) ganaba su séptimo Wimbledon en 2012, pero iba a ser el último. Luego vendría la sequía, la introspección y la necesidad de cambios para un hombre que fue padre y sufrió lesiones que lo complicaron en el circuito.

El suizo conoce el césped de La Catedral como pocos en la historia. Allí logró derribar a moles modernas como Rafael Nadal, Andy Murray y Novak Djokovic. Pero el desgaste que sufrió su juego en un más de una década intensa le impidieron volver al trono londinense, a tal punto de completar en 2013 la peor temporada con tan sólo un título: Halle.

En la búsqueda de oxígeno y a la vez respuestas, tomó el teléfono y llamó al sueco Stefan Edberg, su ídolo de la infancia. En una de las primeras prácticas juntos, el nuevo entrenador notó falencias, como la falta de ataque. “Para ganar un torneo como Wimbledon, Roger necesita ahora ser agresivo. Y él está de acuerdo. Su gran saque, la perfecta derecha y el juego clásico han servido a Roger para ganar torneos desde el fondo”, explicaba el minucioso Edberg.

A pesar jugar más sobre la red, Roger alcanzó tres finales de Grand Slam, pero se encontró con el maravilloso apogeo de Djokovic.

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El tiempo pasaba pero los grandes no lo veían levantar sus trofeos. Mientras él tropezaba, esa clase de torneos quedaban en manos de Nadal, Nole, Murray, Cilic y Wawrinka.

El físico le demostró que no es de acero como se pensaba. Los dolores en la espalda hace tiempo que amenazaban con ponerle un punto final a sus sueños. Abandonó varios torneos y casi lo hace con la final de la Copa Davis 2014, pero puso lo último para lograr la histórica ensaladera para Suiza.

En febrero de 2016 se había sometido a una cirugía artroscópica en su rodilla izquierda de la que nunca se recuperó del todo. A penas un puñado de torneos, pero los síntomas lo aquejaban.

Roger Federer

“Los doctores me advirtieron que si quiero seguir jugando en el circuito ATP libre de lesiones, tal y como quiero hacer, tengo que darle a mi cuerpo y a mi rodilla un tiempo razonable de total recuperación”, publicó en su cuenta de Facebook. Así se retiraba de los Juegos Olímpicos. Así abandonaba la temporada 2016.

Tuvo que hacer un cambio de timón. Para volver con todo, terminó la sociedad con Edberg y empezó otra con Ivan Ljubicic. Las cosas empezaron a estar en su lugar. Dice que siguió parte de los consejos del padre y del coach. Se decidió por una raqueta más grande y por el revés.

“Creo que todos los entrenadores a lo largo de mi carrera me han dicho que vaya más por el revés, pero yo solía darle más con el marco”, reveló el tenista que tiene 35 años y lejos está de oxidarse.

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