En Mar del Plata, la mañana de ayer arrancó muy calurosa, con el cielo bien celeste. Y todos salieron en masa hacia la arena. Pero pasado el mediodía sopló viento Sur y hasta hubo algunas lloviznas.

Después de un lunes de furioso calor, que incluyó una noche muy agradable y con relámpagos amenazantes en el horizonte, el martes amaneció a pleno sol y con características similares al que había sido, en la víspera, el mejor día del flamante año.

De hecho, a las 8 y con un cielo celeste, la temperatura ya se ubicaba en los 26 grados. Entonces arrancó la procesión de una parte de los turistas (los más jóvenes duermen hasta más tarde) en busca de la arena y el mar. Teniendo en cuenta lo agobiante de la jornada anterior, hubo muchos que eligieron quedarse a almorzar en casa y arrancar el día un poco más tarde, para evitar el castigo de un sol implacable. Otros, los que no paran lejos de las playas, optaron por el doble turno: mañana con mate y galletitas junto al mar, regreso al refugio para almorzar y descansar, y otra visita vespertina a la playa, ya con la intención de pegarle hasta la nochecita.

Pero el viento procedente del sur que empezó a soplar sobre el mediodía, cambió el panorama. La temperatura no siguió subiendo (incluso bajó un par de grados cuando entró la tarde) y una brisa fresca apareció en la costa ofreciendo un marcado alivio que, incluso los más fanáticos del calor, agradecieron.

La playa no dejó de ser un punto de visita inevitable. Algunas nubes recorrieron el cielo, impulsadas por el viento, ocasionando algunos ratos de reparo natural. También, alrededor de las 17, hubo algunas que llegaron cargadas de agua y, de manera parcializada, desparramaron algunas lloviznas en distintos sectores de la ciudad. Ninguna de ellas fue motivo suficiente para justificar la evacuación de las playas pero, ante este cuadro, históricamente existen posturas encontradas.

Están los que no se mueven de la playa ni aunque diluvie. Los integrantes de este grupo son, en el área climatológica, los más optimistas de los turistas. De entrada, cuando ven en la tele al pronosticador de turno vaticinar "posibles lluvias", lanza un desafiante "éste no sabe nada", gritándole a la pantalla y gesticulando con su mano abierta en un movimiento que termina detrás de la nuca. Estos sujetos suelen mirar por la venta, ver las nubes y anunciar: "ya se van, en un rato sale el sol. vamos". Incluso, ya en la playa, y cuando el cielo se cubre, recurren a sus conocimientos de "hombre de campo" y le informan al resto cuando empiezan a caer las primeras gotas: "Es un típica tormenta de verano, se la come el mar". Es más, si llueve, protegen los bolsos y no vacilan en declarar: "Qué lindo es jugar al fútbol abajo de la lluvia". Y también se meten en el mar.

Pero también están los pesimistas, los que siempre anuncian lo peor: "El día lindo no va a aguantar", "aquellas nubes vienen para acá", "corre las chapas porque se viene el agua", "está fresquito, la playa no da para más". Son los que a la mañana, espían por la ventana y avisan: "Hay un viento terrible", y empiezan a hacer planes alternativos para la playa. O los que, ya rumbo al mar, insisten: "El de la tele dijo que dentro de un rato va a llover". Estos son los que no esperan a las primeras gotas; ni bien el cielo empieza a cubrirse de nubes arman los bolsos y encabezan las maniobras de evacuación, tratando de convencer a los que se quieren quedar. Incluso, hay un grupo intermedio, integrado por turistas más cautelosos que tienen varios detalles en cuenta. No sólo las condiciones climáticas en la playa, si no también el estado de las calles para elegir el momento de volver a casa: "Si salimos ahora no vamos a tener el embotellamiento que se puede formar si esperamos a que empiece a llover".

Lo cierto es que, en la costa, se sabe que el clima suele ser impredecible. Y más de una vez, nubarrones amenazantes que corrieron de la playa a los más temerosos, se esfumaron en poco menos de media hora gracias a un súbito cambio del viento. Y entonces, los valientes y optimistas, se quedaron con la exclusividad de la playa y de un renovado atardecer cálido y con sol.

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