Los turistas aventureros encuentran en este lugar de gran belleza geográfica múltiples posibilidades para conocer y disfrutar una zona donde lo ideal es realizar el recorrido a pie, puesto que no se ofrecen caminos adecuados para vehículos motorizados

La primera sensación del visitante al llegar a Iruya es que se trata de un pueblo “colgado” en la montaña. Los turistas aventureros encuentran en este lugar de belleza geográfica gran cantidad de posibilidades a conocer y disfrutar.


Algunos de estos lugares se conocen solamente a través de viajes a pie, puesto que no ofrecen caminos adecuados para vehículos motorizados.


Iruya está a 2.780 metros de altura, aproximadamente a una distancia de 320 kilómetros de la ciudad de Salta. El departamento goza de múltiples identidades culturales, económicas y políticas, como tradiciones de vida, formas de organizarse, etc...


La cultura aborigen se entrecruza con la cultura hispana, logrando la supervivencia de ambas, lo cual ha generado un proceso histórico de interculturalidad.


Su nombre tiene una variedad de significados, y de acuerdo a la antigüedad del pueblo a pesar de ser relativamente nuevo con respecto a las comunidades del interior. Uno de los significados más aceptados consiste en “voz quechua o aymara, proveniente de la palabra Iruyoc, Iru, paja y yoc, abundancia, iruya, abundante paja”.


El camino para el tránsito automotor termina, solamente a lomo de mula es posible realizar un viaje al interior del departamento de Iruya, donde se presenta el paisaje montañoso en toda su agresividad y magnitud.


Siguiendo el lecho de los que surcan el interior, se aprecian quebradas de diferentes formas y colores. La piedra laja en algunos tramos ha formado paredes de contención del río.


Iruya es circuito de trekking, es desafío constante a los pies del visitante, es animarse a más en la crudeza del paisaje, pero nunca sin guía. Es que en este paraje casi aislado de Salta y del mundo, la caminata es el mejor modo de disfrutar a pleno el entorno, no obstante, hacer caminatas por estas distancias no es tan fácil como suponen quienes se lanzan solos por los senderos.


Si bien este poblado invita al descanso y la meditación en su territorio dormido en el tiempo, también el asombro tiene cabida aquí a través de sensacionales cabalgatas y apasionantes expediciones de trekking.


Una de las más destacadas excursiones es la que conduce por los Valles del Silencio permitiendo un encuentro directo con la vida natural y la propia esencia humana.


Paisaje colorido, contacto con culturas locales de raíz indígena prehispánica, se trata de un trekking panorámico de altura que estremece todos los sentidos.


Y para aquellos que deseen conocer el interior de este departamento, la única modalidad que lo permite es el viaje a lomo de mula. Allí el visitante osado dará con el paisaje montañoso en toda su agresividad y magnitud.


Otro atractivo próximo a Iruya lo conforman las ruinas indígenas de Titiconte, por su imponencia física y su gran importancia arqueológica.


Descubriendo lugares


Impactante desde el camino que conduce a ella, Iruya aparece perdida entre las montañas de Salta y casi desconectada del resto del territorio.


Una insólita variedad de colores alucina la mirada a lo largo de todo el recorrido de acceso, haciendo de perfecto preludio a esta ciudad enajenante erigida en una especie de espoleo montañoso.


Iruya es un pueblo con más de dos siglos de historia donde la luz eléctrica de red llegó por primera vez en el año 2000, trayendo con ella las útiles heladeras y la fascinante tecnología de los enchufes, para que al poco tiempo Internet mostrara otro mundo a la escuelita local.


Infiltrada la modernidad, no logró romper con la tradición protegida con tanto fervor por los habitantes de la localidad.


El poblado conserva sus calles angostas, empinadas y empedradas, con casa de adobes, piedras y paja; y los iruyanos persisten en su simpleza, sus vestimentas y costumbres.


Poco habituados a las grandes afluencias, los lugareños se preparan para la inesperada fama turística de sus tierras con propuestas de ecoturismo cultural.


Entre las cuales destacan la Finca El Potrero, que ofrece la posibilidad de experimentar un encuentro con la cotidianidad del Pueblo Kolla; las Ruinas Indígenas de Titiconte de gran importancia arqueológica y el pequeño poblado de San Isidro, excursión típica de Iruya, concretable a pie o a bordo de vehículos 4x4, siempre acompañados por un guía.