La fundación Pilares, la organización que trabaja en la Villa 21-24 de Barracas y la 1-11-14 del Bajo Flores con muchas mujeres que vienen de otro país en busca de mejores oportunidades, celebró el Día del Inmigrante con las historias de algunas de las 470 familias de esos barrios que son asistidas por un equipo de trabajo conformado por 60 personas y un equipo de 80 voluntarios.
“Creemos en la importancia de comunicar para visibilizar y transformar los prejuicios que existen sobre los migrantes. Por eso queremos compartir y difundir lo que hacemos. Por eso pretendemos contar lo que hicimos en esta fecha especial”, Magdalena García Pena, responsable de Comunicación de Pilares. Desde la fundación, dieron a conocer algunas historias que vale la pena detallar…
Eva María Núñez vive en la Villa 21-24 de Barracas desde hace 8 años. Llegó sola desde Paraguay a la Argentina, recién separada y dejando a su hijo de 6 años y su hija de meses allá, con la promesa de un trabajo. Pero nada salió como lo había planeado. “La señora que me trajo me pidió mi documento para llevar al consulado y no me lo devolvió más. Me había dicho que iba a tener una pieza para mí, que iba a trabajar de 8 a 17 y me iba a pagar $6.000. Pero me terminó pagando $4.000 y trabajaba todo el día y toda la noche”, explica. Después de 8 meses logró salir de esa casa y recuperar sus documentos gracias a un amigo y se trasladó a Barracas. Consiguió trabajo como empleada doméstica y la familia con la que trabajaba le pagó los pasajes para que pudiese traer a sus hijos a la Argentina. “Pasé muchas cosas acá, pero la Argentina me dio muchas oportunidades. Lo más duro que me pasó en la vida fue dejar a mi bebé y a mi otro hijo, pero tenía una meta de sacarlos adelante. Hoy mi hijo más grande ya está en 3° año de la secundaria y estoy muy orgullosa de eso”, relata Eva, que volvió a formar familia y tiene dos hijos mellizos de 1 años que lleva al Centro CONIN de Fundación Pilares.
Wiseli Julmice llegó de Haití hace 2 años y lleva a su hija al Centro de Primera Infancia “Pilarcitos” de Pilares. “Desde el terremoto es muy difícil sobrevivir en Haití. Trabajaba en una clínica oftalmológica como recepcionista, pero no era gran cosa. Después de que se rompió todo, no había nada”, relata. Wiseli participa en el taller “Ronda de Palabras”, que dicta Pilares para mujeres que buscan mejorar su español para sentirse más seguras en situaciones de la vida cotidiana, como una entrevista laboral, un trámite legal o una cita médica. A pesar de venir en busca de mejores oportunidades, hoy Wiseli se encuentra desempleada y eso le genera un obstáculo para desarrollar su vida acá. “Toda mi familia es de Haití. La extraño mucho y pienso mucho en ellos. Elegí quedarme acá, mi hija es argentina y allá no hay oportunidades de salud y educativas para ella como hay acá”, explica.
Maribel Escobar llegó desde Potosí, Bolivia, en 2009. “Vine porque no había oportunidades para trabajar y estudiar a la vez donde yo vivía. Quería estudiar para ser maestra y estuve a punto de lograrlo: en 2012 me anoté en el profesorado del Mariano Acosta. Pero en 2014 quedé embarazada y tuve que dejar”, relata Maribel, cuya hija asiste al Centro de Primera Infancia “Floreciendo” de Pilares en Bajo Flores. “Al principio, me encontré con personas que piensan que porque venís de otro país no podés hacer las cosas bien, o como ellos. Me pasó en el profesorado, que una compañera me decía que yo no iba a poder enseñarle a los chicos con mi acento”, cuenta Maribel. Finalmente logró estudiar para ser promotora de salud y trabaja en una salita en el Barrio Rivadavia 1, a unas cuadras de la Villa 1-11-14, donde ella vive. “Me gusta lo que hago porque hoy tengo la posibilidad de acompañar a mujeres del barrio que viven situaciones de violencia de género y podemos brindarles ayuda profesional”, relata.