Adrián Dottori, biógrafo y amigo personal del genial "Intocable", lo recuerda en estas emotivas líneas.
Hoy, 7 de setiembre de 2013, se cumplen 8 años del fallecimiento del genial intocable mendocino, este maestro de estilo depurado, basado siempre en su confianza, con la sabiduría del guerrero de mas de 200 batallas al que nadie había noqueado, con su arte a cuestas y su oficio de saber que era intocable.
Ya se lo había demostrado a Mendoza, a la Argentina y a Sudamérica, pero conquistó al Mundo con su maestría, su genialidad y su magia elegante, ese 12 de diciembre de 1968, en Tokio, Japón, donde el escenario era distinto y el público era adverso, pero eso al Chaplin del box no le afectaba.
Nueve rounds bastaron para que el público japonés se diera cuenta de su grandeza, coreando nisei, nisei (maestro) y un mundo entero empezaba a hablar de un boxeador actor, que le ponía una sonrisa a un deporte de aristas sangrientas, alguien único e irrepetible que rompió los moldes convencionales y el ABC del boxeo mundial.
Yo tuve la suerte y el inmenso orgullo de ser su amigo y conocer al campeón del box y al campeón de la vida, al amigo verdadero, al genio humilde, al hombre que amaba a su país y a su Mendoza. Y cuando me preguntan quien fue el mejor boxeador, siempre digo Pascualito Perez, Gatica, Monzón, y hoy lejos Sergio Maravilla Martinez, porque Nicolino Locche no fue un boxeador, fue un artista que jugaba a que boxeaba y su escenario era el cuadrilátero, lleno de su variado público, que no iba a ver una pelea, sino que concurrían a una noche de espectáculo que merecía la mejor marquesina. Locche es el mejor artista del boxeo del mundo, el mago que todas las noches de sábado -como dice la canción- sacaba conejos de su galera y despertaba las mas grandes ovaciones de admiración. Un loco lindo que cambiaba los golpes por montones de humoradas y esquives de esgrimista, un hombre que le mostró su mejor sonrisa a la devaluada y vencida violencia, que no tenía butaca, ring side, ni lugar en las peleas de este genio, ejemplo de humanización deportiva.
Hoy se siente su falta física, aunque seguramente estará jugando a que boxea en algún cuadrilátero celestial, fumando a escondidas de Don Paco y relatado por el dúo tremendo de Cafarelli y García Blanco.
Todos dirán cómo pasa el tiempo. Ya se cumplieron 8 años de la partida del autor de la mejor pelea de todos los tiempos, del máximo estilo depurado del boxeo y de una combinación perfecta de arte defensivo y ofensivo, de la pelea sin errores, de la maestría mostrada en Tokio, gritándole al mundo "Señores, esto es boxeo".
Esa noche quedará en el recuerdo de todos, para poder decir siempre hubo una vez un Nicolino Locche, porque estoy seguro de que nunca, pero nunca, como dice el tango, habrá otro igual.
Nico, un Chaplin de espíritu alegre, le agregó al boxeo su sello, su propia marca, su arte, su plasticidad, su elegancia, su mirada hipnótica, su técnica depurada, sus fintas, sus visteos, su inteligencia, su guapeza, su show, su locura. Un maestro que durante tres décadas le regaló al pugilismo del Mundo entero sus espontáneas humoradas, y la capacidad de ganar sin dejarse golpear.
Paradójicamente el boxeador menos agresivo de todos los tiempos partió un 7 de setiembre, día en que se prohibió por un tiempo el boxeo, por ser un deporte agresivo y violento. Así fue Nico.
Nico es el llanto de lo logrado, el sueño de los héroes, ¡bendita sea su locura! GRACIAS MAESTRO, POR TODO LO QUE NOS REGALASTE. GRACIAS POR ESE 12 DE DICIEMBRE DE 1968 Y GRACIAS A DIOS QUE NACISTE EN ARGENTINA.