Se acercan las fiestas y la cuestión meramente culinaria es uno de los temas que más nos ocupan. Para algunos es un placer pensar en el menú con el que se va a agasajar a la familia. Pero para otros, es un problema a resolver

Y enseguida aparecen las dudas: ¿hacemos el mismo menú de siempre? ¿Tratamos de innovar con algo diferente? ¿Cómo elegimos los platos en función de su aceptación y practicidad? Porque lo ideal es hacer platos que les gusten a todos, que se adapten a la época del año y que no nos lleve el alma en ellos cocinando toda la semana, como suele suceder.

Por eso, y para no caer en la ansiedad y la desesperación, es importante organizar con los invitados quién se va a ocupar de qué aspectos de la cena. Alguno podrá llevar las bebidas, otros se encargarán de las ensaladas o de los platos fríos, y nunca faltará la tía o la abuela que se ofrezca a hacer el postre. De todos modos, algo hay que cocinar. Y he ahí la gran cuestión: ¿innovar, sí o no? Es una tentación, sí, dada la gran difusión que tiene la gastronomía hoy en día y la cantidad de platos tentadores que nos enseñan los grandes cocineros a través de sus libros y programas. Y además, porque siempre es una gran satisfacción personal poder lucirse y sorprender con una cena fuera de lo común.

Sin embargo, la Navidad es una fiesta tradicional por excelencia y se espera que, en consecuencia, su gastronomía no desentone demasiado. Si no, ¿cuándo vamos a preparar la receta de vitel toné que hemos heredado de la familia y que algunos guardan anotada en un cuaderno de hojas amarillas? ¿Y cuándo nos vamos a animar a una lengua a la vinagreta como la que le hacía la abuela a nuestros padres y que, por otra parte, es más que deliciosa?

Los clásicos de siempre como el pionono, la carne mechada, la pavita, el matambre relleno, el lechón o la ensalada rusa no tienen por qué hacerse según los estrictos pasos de la receta de siempre. Una buena idea es retomarlos pero con un enfoque un poco más actual. Esa es la propuesta de Fernanda Tabares, chef del restaurante Raíces que se especializa, precisamente, en rescatar platos de antaño agregándoles sabores y técnicas modernas.

"Creo que el desafío es intentar hacer platos diferentes, quizás clásicos, pero con nuestro toque personal. En vez de matambre, jugarnos con una pechuga rellena (ver receta de la pamplona de pollo) o darle otra presentación más actual a platos archi conocidos. La cocina es voluntad y creatividad y en Navidad eso sobra. El espíritu navideño siempre es compartir y agasajar", dice la creadora de las recetas de esta nota y cuyo objetivo principal es facilitarnos la resolución del menú navideño con platos prácticos, para nada complicados, y con ingredientes al alcance de todos. Es el caso del pionono relleno con rúcula y tomates secos (aparte de otros ingredientes más clásicos), el de la lengua a la vinagreta con una salsa muy sabrosa de morrones asados, y el de la pamplona rellena -una excelente alternativa al peceto o a la colita de cuadril mechados- con papas rosti y una tentadora salsa de verdeo a la crema.

Pero más allá de las recetas, la comida adquiere un valor agregado en el marco de las sensaciones encontradas que siempre acompañan las fiestas de fin de año, muchas veces veladas por la nostalgia y los recuerdos. Porque no es sólo un mero alimento sino un símbolo de unión y de encuentro, además de encerrar en sus aromas un montón de navidades pasadas y futuras. Por eso, más allá de la situación particular de cada uno, hacer el esfuerzo de poner la mesa para agasajar a nuestros seres queridos con lo mejor que podemos darles, no es poca cosa. Al contrario: es mucho y bien vale la pena.