Es un enrejado con telas verdes lo que divide la intimidad de la exposición. Un portón custodiado por dos guardias de seguridad vestidos de negro es la barrera insorteable para la prensa y los fanáticos. Es el espacio único para los atletas y sus entrenadores. El mundo íntimo que impone distancias para que prime la preparación más detallista.
Decenas de fantasías se crearon en torno a lo que sucede en las villas olímpicas de los Juegos. Extrañas anécdotas de deportistas acrecentaron los mitos de la fortaleza destinada a los protagonistas del máximo evento multideportivo del mundo. Pero en la mini ciudad que el Gobierno porteño construyó para albergar a los 4000 atletas (mitad hombres y mitad mujeres) y sus coaches que participan en Buenos Aires 2018, esas historias se disuelven: hay silencio, banderas de flamean en los balcones y rostros serios de jóvenes que tienen entre 14 y 18 años.
“Desde que llegamos el 4 de octubre con los todos los chicos no hemos encontrado más que instalaciones de primerísimo nivel”, comenta Diego Guzmán, Jefe de Misión de la delegación argentina en estos Juegos Olímpicos de la Juventud. “Todos estamos cómodos”, agrega.
Esta polis resguardada de Villa Soldati fue levantada desde cero en un lugar en el que no había más que pastizales y recuerdos lejanos del desguazado parque de diversiones Interama. Son 31 edificios con unidades de 1, 2 y 3 ambientes. Un total de 1159 departamentos con la máxima tecnología puesta al servicio de los equipos. Según el GCBA se invirtieron unos 250 millones de dólares si se le suman las construcciones destinadas al deporte y esparcimiento.
Encuentran un cajero automático del Banco Ciudad y cada entrada posee voluntarios que otorgan toallas, almohadas y sábanas. También tienen al servicio varias heladeras con botellas con agua mineral y Coca-Cola, y más de 2400 personas, entre limpieza y encargados de la organización a su disposición las 24 horas.
En cada bocacalle hay espacio para una obra de arte, como un planeta tierra hecho en base a teclados y mouse de computadoras y un cubo rubik de cuatro por cuatro. Pero lo que es el imán para las selfies es un mural inmenso del artista argentino Lean Frizzer. Un dragón de cuatro cabezas con una pelota de fuego naranja y un retrato de la Generación Dorada en los festejos del oro de Atenas 2004.
En las calles internas se cruzan los habitantes que el 18 del mes ya no estarán. Los que no están concentrados en el próximo desafío se saludan. Un grupo de tres chicas, dos de Ucrania y una belga, comen unas frutas mientras disfrutan de los rayos del sol del mediodía. Hablan en voz baja, quizás no se vuelvan a ver hasta Tokio 2020. El pesista argentino Jonathan Reyes se apresura a ingresar al Fitness Center, el gimnasio de la villa, de donde se escuchan los choques de mancuernas. Una australiana practica esgrima a pocas horas del comienzo de la disciplina.
La extraña vida de esta mini ciudad devendrá en el Barrio Olímpico para los beneficiados del Procrear. Tal vez, en un futuro cercano, será el recuerdo del comienzo del éxito para los grandes ganadores del olimpismo.
Todo lo que tenés que saber de los Juegos de la Juventud 2018
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