El invierno que corre resulta atípico por varios motivos: jornadas de mucho calor en medio de rachas de fríos polares, lluvias interminables y lagunas crecidas. En ese contexto, hay una que dio campana de largada con las tarariras más notables de la Ruta 2. Y lo bueno: queda cerquita para llegar el auto íntegramente por asfalto, y hasta en tren, ahora que volvió a prestar servicio entre Constitución y Lezama. Hablamos de El Burro, en el pesquero El Talar, hermoso camping de Eduardo Tomasini situado en el Km 135 de Ruta 2 (mano a Buenos Aires).
Es clave para intentar la pesca de tarus contar con buenas boyas. En este caso probamos con éxito las plop Doble T, y las rattlin Doble T, que incluso ya vienen en líneas armadas de modo tal que el pescador sólo debe regular el alto de brazolada a la profundidad en que está pescando y empalmar al multifilamento del reel. La carnada es otro de los secretos. En este caso, El Repollo, Km 116 de la 2, fue el puesto que nos proveyó un insumo vital: filet de carpa coloreado y dientudos vivos.
Bastó un termo de mate entre los miembros de la excursión (Tomasini, su socio Marcelo Di Vía y quien esto escribe) para estar ya en carrera en uno de los regios botes del camping El Talar, con proa hacia la Bahía del Alemán, zona de aguas bajas y parejas entre 20 y 80 cm que en esta laguna constituyen la patria de la tararira. Son estas aguas someras las que primero se calientan con el sol, por lo que en tiempos fríos es menester trabajarlas de acuerdo con la siguiente idea: de entrada no buscar muy sobre las costas, porque las heladas afectan el sector y la tararira busca refugio más adentro, en aguas más estables. Hacia el mediodía, en cambio, podemos trabajar los pasillos situados entre la barranquita costera y la primera pared de juncos, pues la taru buscará allí la ansiada tibieza. Ya en el ocaso, las tendremos más activas en ambos ámbitos.
Trabajamos inicialmente en zonas de juncos cerrados de 90 cm de agua, dejando algunas boyas a la espera en pequeños claros de juncos y trabajando las plop en calles que permitieran cierto recorrido en los lances. Las primeras respuestas fueron tarariras chicas. Y el primer dato del día: el filet de carpa coloreado empezó a marcar diferencias.
Movimos hacia la salida de un arroyo en búsqueda de mejores tamaños. No hubo suerte, y entonces llamamos por teléfono a Wenceslao, el cliente habitual del pesquero, que se sumó a la partida en otro bote, quien se encontraba con su amigo Carlos Pérez relevando el espejo donde habían tenido suerte al enviarle las fotos a Tomasini. Tuvieron unos pocos piques errados, pero ninguna taru afuera. Decidimos seguir explorando por nuestra cuenta.
En un abra de unos 50 metros cuadrados tuve mi primera gran emoción con una llevada franca en mi boya plop que, entre tirón y tirón de mi accionar, se quedó frenada. Acto seguido, la clásica corrida que iba aumentando de velocidad y mi clavada certera... “¡Taruchón!”, gritamos a coro al ver el primer salto, y enseguida empezó una labor de equipo donde Marcelo levantó las otras cañas para dar lugar a la pelea y Eduardo aprontó el copo para asegurar la captura. Sonrisas, festejos y una ráfaga de fotos a este ejemplar de 3 kilos. Apuramos las maniobras para devolverla en condiciones, como hicimos con el resto de la pesca del día.
Pero lo mejor estaba por venir. Hacia el ocaso, las tarariras empezaron a comer con voracidad. Las llevadas eran francas y ya no sólo el filet de carpa rendía bien sino que atacaban dientudos y mojarrones con igual fiereza. Los tamaños eran sorprendentes, desde la clásica tarucha de 1 a 2 kilos, hasta las tremendas “tarusaurios” de El Burro que pasan los 3 kilos. Y lo bueno fue que un par de días después, el propio Tomasini volvió a trabajar los mismos ámbitos y las encontró muy activas tomando señuelos.