Los vecinos del barrio El Zaizar, en Monte Grande, todavía recuerdan la madrugada de terror del 26 de septiembre de 2011 cuando aún los que residían a unos 500 metros a la redonda de Vernet al 3.800, casi esquina Los Andes, fueron sacudidos por una tremenda explosión que hizo añicos vidrios y ventanas.
Por entonces estos damnificados ni se imaginaban que en parte eran testigos de un enigma que en los últimos seis años no pudo ser aclarado por más que la Justicia haya dado su interpretación definitiva en torno a un hecho considerado por ufólogos autóctonos como un caso Roswell versión Conurbano bonaerense.
El referente de Investigadores de Campo Ovni Unidos (ICOU), Luis Burgos, es uno de esos especialistas que sostiene, como lo hizo ante DIARIO POPULAR, que las explicaciones oficiales sobre aquella explosión encubren la verdad y escapan por la tangente para admitir a un fenómeno ovni como responsable de la tragedia.
“No fue una explosión de gas de un horno pizzero como cerró la causa judicial ni tampoco un misil, un meteorito o chatarra espacial. Fue una suerte de sonda del tamaño de la rueda de auxilio de un automóvil que por alguna razón implosionó a unos 16 metros arriba de la casas en la zona afectada”, precisó el investigador.
El episodio se desencadenó a las 2.16 de ese 26 de setiembre y tuvo un correlato fatal: la onda expansiva derribó paredes y techos de una vivienda que aplastaron a la ciudadana peruana Silvia Espinoza Infante, de 43 años, que ocasionalmente había ido de visita a la casa de su hermana. Otras nueve personas sufrieron heridas leves y un total de ochenta viviendas situadas tuvieron diversos tipos de destrozos.
Burgos, que también es el titular de la Fundación Argentina de Ovnilogía (FAO), recordó hoy a 2.220 días de la misteriosa explosión que el área de impacto, como lo pudo comprobar al arribar con su equipo de trabajo a las pocas horas de la deflagración, “era una mini Bagdad”.
No sólo la dos casas que resultaron derruidas causaron esa comparación con la capital de Irak devastada con el inicio de la operación militar Tormenta del Desierto, en 1990, sino como apuntó el experto, “en la rotura de vidrios de puertas y ventanas hasta cinco cuadras a la redonda y el deterioro de las rejas de hierro dobladas de las viviendas cercanas, lo que hace presumir a todas luces que fue algo más que un explosión producida por un escape de gas.
El taxista Fabián Sequeira es hasta aquí quien ha pagado los platos rotos del misterio aun no revelado ya que se le atribuye responsabilidad en la mala conexión de las garrafas con las que alimentaba el horno de la humilde pizzería que había instalado en el barrio para incrementar los ingresos familiares.
Para la Unidad Fiscal número 6 de Lomas de Zamora circunscribió el hecho en “Homicidio culposo por explosión de gas”, determinación judicial que de ninguna manera dejó satisfecho a Burgos quien a pesar de haber trabajado en el terreno poco después de ocurrida la explosión y de haber aportado un hipótesis singular para esclarecer lo que pasó, nunca fue llamado a prestar declaración.
Burgos sostiene que lo que convirtió al corazón del barrio El Zaizar en zona de desastre fue “un objeto anómalo” del tamaño de “la rueda de auxilio de un auto y de color rojo” al que por lo menos una veintena de testigos aseguró “haberlo visto” mientras volaba en forma “horizontal a la altura de los cables de alta tensión, esto es a unos 16 metros del piso”.
“De hecho –aclaró- unas dos horas antes de producirse la explosión los vecinos veían caer una lluvia de piedras pequeñas. ¿Qué era eso? La verdad, un misterio total. Lo cierto es que hay dos videos aportados por cámaras de seguridad de la zona –prosiguió- que captan una lo que sería el choque del objeto y otra la explosión en sí”.
Consultado sobre ese aparato extraño y del que aparentemente no quedó ningún vestigio, el miembro de ICOU indicó que “para mí era una suerte de sonda pequeña que quizás teleconducida , por algún tipo de falla o error chocó contra uno de los postes” del cableado eléctrico.
Sin embargo, Burgos hace hincapié en un punto fundamental de su teoría que echa por tierra las definiciones tomadas por la Justicia: “El objeto no cayó sino que implosionó y esto generó un fuerte vacío, como una enorme fuerza a la inversa de una explosión que produjo todos los destrozos, mucho más concentrados en las dos viviendas sobre las que estaba más cerca”.
En ese punto Burgos reiteró su rechazo a la explosión a causa de la mala conexión de las garrafas y a otras versiones que también trascendieron oportunamente como la de un misil fuera de rumbo o la azarosa caída de chatarra espacial .
“Esto fue la implosión de un objeto muy chico, quizás autocontrolado que por su característica de objeto volador del cual nada se sabe inscribe en la categoría ovni, aunque no se puede precisar si es de concepción extraterrestre o humana”, resumió el ufólogo platense.
En su forma de ver, el caso en barrio El Zaizal constituye “uno de los grandes ocultamientos en materia ovni en el país” y recordó las distintas situaciones “oscuras” generadas con los primeros pasos de la investigación oficial sobre el hecho.
Por ejemplo, Burgos nunca le encontró explicación a la extraña carpa amarilla montada sobre el área donde tuvo lugar la destrucción de las casas más afectadas por el episodio y que le dan a pie a ensamblar este suceso en Monte Grande con el acaecido en Roswell, Nuevo México, Estados Unidos, el 10 de julio de 1947.
Para entendidos en la materia, ese día marcó el inicio de la ufología moderna, en línea con el hallazgo y posterior investigación por parte de la fuerza aérea estadounidense de un plato volador siniestrado que aparentemente transportaba tripulación alienígena.
“Hay mucho misterio respecto a lo que pasó en Monte Grande”, remarcó Burgos, para quien el ocultamiento de pruebas recogidas en el lugar evitan alcanzar una explicación certera de la explosión y los intereses en juego para que no se avance en la cuestión “harán muy difícil el camino para llegar a la verdad”.