El cantante hizo vibrar a un Vorterix lleno con los hitazos del emblemático dúo británico, más algunas canciones de su carrera solista. La crónica de una jornada con espíritu ochentoso, en esta nota
Andy Bell y Erasure. Los fanáticos del pop claro que los conocen, y muy bien. Estrellas totales de antaño y clásicos indiscutidos de los ochenta, si no los tienen, muy fanáticos del pop no son. Pero para gran parte del resto de los oyentes (y hablamos incluso de quienes gustan de la música en serio y le dedican muchas horas de su vida a disfrutarla), esos nombres, en el año 2015, en pleno nuevo milenio, probablemente no les digan demasiado. Es posible que Erasure les suene, pero no mucho más que por ser el nombre de una banda vieja que escucharon nombrar algunas veces, casi seguro que en una FM de clásicos. Sin embargo, sus canciones más populares sí que las conocen, y mucho. Las han escuchado infinidad de veces en la radio, en la tele, en publicidades, en cortinas de distintos programas. Las han bailado en boliches, casamientos, cumpleaños y fiestas de todo tipo. Las han cantado, borrachos y sobrios, saltando en la disco, adentro del auto, debajo de la ducha, hasta en la cancha. Y son muchas, y muy buenas. Por eso, no podíamos perdernos el show de Bell, la voz de esos tremendos hitazos y de una buena parte de una época musical grandiosa, que se dio el domingo por la noche en el Teatro Vorterix.


      andy bell 2.jpg



Llegamos unos minutos después de las 21:00, hora prevista para el inicio del recital. Y lo hicimos apurados, temiendo una puntualidad (esperable por tratarse de un británico) que nos hiciera perdernos algún hitazo. Por fortuna para nosotros, el show comenzaría alrededor de las 21:30, luego de un set repleto de clásicos ochentosos a cargo de un DJ que entretuvo y mucho a una audiencia ávida de una noche a puro baile nostálgico. Pocos minutos después de que éste dejara el escenario, y sin demasiados preámbulos, Andy pisó las tablas junto a su únicos dos músicos en escena, un baterista y un tecladista. Y la fiesta arrancó con uno de los máximos éxitos de Erasure: el "futbolero" (cuántas hinchadas lo han usado...) "Oh L'Amour". Chicas y chicos, veteranos y veteranas (había unos cuantos) y hasta niños, todos cantando, saltando y bailando con la bolichera melodía entonada por el cantante, rellenito y un tanto avejentado pero con la voz intacta. Le siguió "Drama", a la que se sumaron dos impactantes bailarinas morenas, con pelucas grandilocuentes y apretados conjuntos, que realizaron una sexy coreografía y le dieron una onda todavía más kitsch al asunto (y lo decimos en un sentido no pellorativo). Ambas "drag queens" (o al menos eso aparentaban a unos 15 metros de distancia) volverían con distintos atuendos en diferentes temas a lo largo del concierto.

Tras estas primeras canciones, Bell, que lucía un atuendo informal con una remera que llevaba la leyenda "I Love Argentina", comenzó a charlar con el público, en un español no perfecto pero más que aceptable. Distendido y de notable buen humor, entre tema y tema el cantante hizo chistes, agradeció las repetidas muestras de afecto de sus seguidores y prefirió la cerveza al agua a la hora de hidratar su potente garganta. Sonaron luego "Electric Blue" (buen tema de su carrera solista, con letra a lo karaoke de fondo para que lo cantemos todos) y un triplete de temazos de Erasure: "Ship of Fools", "Sacred" y "Love To Hate You". La gente deliraba con estos tremendos hitazos y nosotros también, aunque ya teníamos nuestra primera crítica de la noche: la puesta en escena. Si bien la inclusión de las ya mencionadas bailarinas fue un acierto, era evidente que, fuera de lo musical y de la performance del propio Andy, el espectáculo era bastante modesto. Una pantalla con el nombre de quien habíamos ido a ver a colores brillantes y metalizados, que pasaba también los respectivos videoclips de cada tema,  y paremos de contar. Hasta las luces eran básicas y su utilización carecía del más mínimo vuelo. Una lástima, ya que con una buena iluminación y un poco más de onda en cuanto al armado del escenario el muy buen show que estaba dando se hubiera potenciado mucho más.

      andy bell (natalia borghetti).jpg
Foto: Natalia Borghetti


"Dead of Night" y "Always" dieron continuidad a la velada, hasta llegar a uno de los puntos altos de la noche: una sentida versión de "Love of my Life" de Queen, que corearon hasta los de la barra. Después, el homenaje a la cantante de Blondie de su disco "Non-Stop" ("Debbie Harry Drag Queen") y el segundo mejor tema de toda la carrera de Erasure: la genial, archi conocida y fiestera "Stop". Ya promediando la hora de recital, Bell se despachó con dos grandes interpretaciones de dos clasicazos de la gran "E" del pop: "Blue Savannah" (una de sus favoritas, según comentó antes de cantarla) y "Chains of Love". Aplausos, saludos y chau Andy... por un rato. Faltaban los bises.

Finalmente, y tras unos cinco minutos de descanso, nuestra estrella regresó para los que serían los últimos dos temas. El primero fue "Aftermath (Here We Go)", la colaboración de Andy con Dave Audé. Y el cierre, como era de esperarse, se dio con el que posiblemente sea el mejor tema pop de todos los tiempos. El "levanta fiestas" por excelencia. El clásico de clásicos. El increíble "A Little Respect". Si a "Love of my Life" lo cantaron hasta los de la barra, este lo entonaron también los de seguridad, las chicas de la boletería, los que vendían latitas a la salida, los policías de la esquina y los colectiveros que andaban por Lacroze y Alvarez Thomas, con falsete incluido. Éxtasis total. Carnaval (pop) toda la vida. Olé, olé, olé, olé, olé, Andyyyy, Andyyy... ¿Y listo? A la hora y cuarto de recital, y cuando todos esperábamos y teníamos ganas de más, Bell y sus músicos abandonaron el escenario. Entonces, todos cantamos. Coreamos su nombre. Clamamos por su vuelta. Nada. De nuevo lo mismo. El batero y el tecladista salieron, saludaron un poco más y volvieron a desaparecer. Un instante más tarde, las luces se prendieron y la música de los parlantes nos indicó que todo había terminado.

Y así nos fuimos por las calles de Colegiales, con un sabor agridulce en la boca. El show había estado muy bueno, pero fue muy corto. Demasiado, para los $500 que salía la entrada. Contentos y satisfechos por la lista de temas elegida y el nivel bocal de Andy, pero insatisfechos y con algo de bronca por la duración. Hasta que, entre balances y pensamientos, nos dimos cuenta que, en nuestra cabeza, algo le ganaba a todo lo demás. "Sooooooooo, I hear you caaaaaalliiing, oh baby pleeeeeeeeeeeease, give a Little respeeeeeeeeect, too-oooooooo meeeeeeeeeeee". El poder de una buena canción. Que viva la música.


      Embed