El artista recuerda sus primeros pasos hacia la popularidad, cuando las discográficas no se interesaban por los suyo. La convicción como guía de su carrera, la defensa de un estilo y el gusto por las multitudes.
"De donde yo vengo, tenemos los bolsillos llenos de timidez", dirá el Chaqueño Palavecino, paradójicamente el artista más arrollador en escena de la escena argentina de la actualidad. En el humilde pueblito del que nació, Rancho El Ñato, un paraje salteño en el límite con Paraguay y Bolivia, "aprendí a cantar escuchando los pájaros, porque academia no había", recuerda el cantor que se ilumina cuando habla del lugar de su infancia al que siempre vuelve, para impulsar su progreso (ver aparte).

Palavecino podrá ser tímido, pero siempre lo guió una claridad muy firme en lo que hacía. Por eso, cuando las discográficas no veían el fenómeno popular que podía desatar, el Chaqueño se las arreglaba para rodearse de músicos de primera y, por ejemplo, contratar en Buenos Aires un violinista brillante, aunque la plata no le sobrara... ni le alcanzara. "En las grabadoras no te daban pelota y yo tenía metido en la cabeza que tenía que sonar bien el disco y que tenía que sacarlo aunque no fuera fácil -indica ahora el folklorista que acaba de editar De Pura Cepa, naturalmente sin aquellos problemas-. Debía hacer lo mío pero en un estudio de grabación, de la mejor forma posible, con mis músicos. Y era caro pero había que hacerlo. La hora de grabación, el máster, el arte... Yo hacía todo, así empecé. Era el chofer, el que contrataba, el que vendía el disco... No tenía director artístico, ni productor, que es lo que hace falta para grabar. Pero traía grandes músicos aunque tal vez no me alcanzara para pagar el alquiler. O sea, tenía la visión de tener buenos músicos".

l Aquel desinterés de las compañías pudo tener una ventaja: no contaminaron su música con sus criterios. A veces tuercen la esencia del artista.

-Pero a mí no me iban a poder cambiar, de eso estaba seguro. Cuando aterricé en DBN, donde todavía estoy, me pusieron una chica para ir a los medios. A ella le daba vergüenza que anduviera con sombrero, botas y bombacha. Me hizo comprar un saco y una corbata... que tengo colgados para el archivo. Yo muero en lo mío, esto es lo mío, por qué me van a cambiar. Por supuesto, siempre escuché para mejorar, porque además mi educación musical fue así, silvestre. Por ejemplo, hago video clips ahora, aunque con una forma que tiene que ver conmigo. Pero los cambios de estilo que me propusieron, con mucha educación, los rechacé. Más allá de los consejos, que escuchás y tomás si te parecen, vas aprendiendo un poquito mientras vas haciendo. Al principio lo que tenía era esa voz agreste, con un registro de hacerse escuchar. Ahora, si hubiera grabado en Buenos Aires el primer disco habría sido conocido en todo el país hace treinta años y no dieciocho o quince.

Tras aquella placa inicial, los lugares a los que iba el Chaqueño explotaban, aunque todavía faltaba la repercusión a nivel nacional. "Cuando saqué el disco iba a peñas que llevaban 100 personas y ese día tenían 400, entonces me acostumbraron así".

l ¿A qué lo acostumbraron?

-A cantar para mucha gente. Para mí cuanto más público, mejor. Algunos tienen medio miedo cuando hay mucha gente. Para mí, al contrario. En el festejo del Bicentenario, había un millón de personas, se movía el escenario, y yo estaba feliz. Si voy a una guitarreada, a una peña chica, la paso bien, pero no es lo mismo. Debe ser como un boxeador o un jugador de fútbol, a los que el aliento los impulsa.

l Nada de timidez

-De donde yo vengo, tenemos los bolsillos llenos de timidez, pero uno se siente seguro de lo que hace. Por ahí no está confiado cuando saca un disco, al principio. Pero es cuestión de práctica. Y en el fondo uno sabe que le va a ir bien.

l ¿En qué momento se da cuenta que una canción va a pegar especialmente?


-Hay intuiciones, cada uno, los músicos, yo, saben qué hacer para que vaya para adelante. Creo que hemos sido astutos para armar el repertorio, un repertorio al estilo de uno. Hemos tenido visión en eso. Y convicción, desde el principio, en lo que hacíamos.

La descarga sobre el triste juicio por el Chato Bazan

A Oscar "Chaqueño" Palavecino lo tiene a maltraer el juicio que le sigue la última mujer del que fuera su guitarrista durante más de veinte años, Chato Bazán, quien falleció el año pasado. No le gusta hablar del tema, pero cuando se le pregunta se descarga largamente. Dice que le estará eternamente agradecido a su amigo, pero opina que "sólo quieren sacarme plata". Agrega que por la misma causa "tengo reclamos de gente que nunca trabajó conmigo y de hijos que nunca han sido".

Sobre el caso Bazán -a quien le dedicó De Pura Cepa-,aclara que no había relación de dependencia -situación denunciada en la que se basa la demanda- porque el músico podía -y lo hacía- tocar con otros artistas. Consigna que pagó varios gastos, pide que se haga la sucesión y, lejos de obstinarse, indica que espera que la Justicia dictamine cuánto debo pagar "porque no sé cuánto sería justo y cuánto corresponde".


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