Después del único encuentro cara a cara que mantuvieron en el predio de AFA en Ezeiza, en el que intercambiaron algunas palabras, el Flaco Menotti comentó que lo vio a Messi “algo cansado”, luego del cierre de la temporada europea.
Esa breve observación del entrenador campeón del mundo se confirmó en los hechos durante el desarrollo de la Copa América. Es cierto, se lo ve cansado a Messi. Lo que no significa que no esté en condiciones de imponer su calidad en algunas maniobras. Pero lo que transmite es lo que Menotti había anticipado antes de que la Selección emprendiera el viaje a Brasil.
“No estoy haciendo mi mejor Copa América”, declaró Messi después del 2-0 a Venezuela. Y habló del mal estado de los campos (“es una vergüenza como están, la pelota pica para cualquier lado como si tuviera un conejo”) y de que se lucha más de lo que se juega. Pueden sonar atendibles las declaraciones. Pero más allá de que comentó que no está haciendo una buena Copa América, se enfocó en los factores externos para no revisar sus flojísimos rendimientos que no pueden disimularse.
Este Messi del presente no parece estar relacionado con el Messi que necesita la Selección, aunque el entrenador Lionel Scaloni planteó la influencia del diez argentino en los vestuarios y durante los partidos. Habló Scaloni más de lo que irradia Messi que del juego que está desarrollando.
Y esta interpretación del técnico de la Selección revela lo que Messi no está haciendo en el campo. Y no lo hace porque no puede. Porque intentar, lo intenta en cada oportunidad en que se le presenta. Pero le falta el cambio de ritmo fulminante para salir libre después del amague. Ese cambio de ritmo y esa aceleración hoy no la tiene. Por eso le cuesta demasiado limpiarse al adversario que tiene enfrente. Y no prospera en la jugada.
Podrá seguir poniendo buenas pelotas (ninguna extraordinaria hasta el momento), pero Messi no puede circunscribirse a la función de pasador. El siempre trascendió largamente a un pasador. Lo distingue el desequilibrio, la llegada y el gol. Episodios del juego que por estos días no expresa.
Lesionado no está. Pero sin estar lesionado, no está físicamente a punto para bordar la sintonía fina de su juego. Seguramente no podría estarlo después de una prolongada temporada europea, pero hasta sus propias expectativas eran superiores a la medida actual del fútbol que muestra.
Con este Messi muy debilitado en el juego, la Selección encuentra limitada la inspiración ofensiva del equipo, aunque otros protagonistas (De Paul, Paredes, Acuña, algo de Agüero y la potencia de Lautaro Martínez) hicieron aportes valiosos. Pero falta la inventiva de Messi. No para que resuelva todos los problemas. Sino para que resuelva lo que él está en condiciones de resolver en la medida en que lo acompañen las piernas y los pulmones para crear lo que otro no puede crear.
Ese Messi creativo e inspirado es una gran cuenta pendiente. Y difícilmente a esta altura de la Copa pueda saldar esa deuda que él también reconoce con otras palabras. Está claro que la Selección puede interpretar a este Messi sin vuelo desde el esfuerzo, la solidaridad y el compromiso colectivo que viene denunciando el equipo, pero si pretende seguir fortaleciéndose, por ejemplo en el cruce de semifinales ante Brasil, necesita a un Messi que gane los mano a mano. Algunos mano a mano en zonas decisivas. Y no que los pierda ante cualquier rival como ocurrió hasta ahora.
Porque ahora el equipo colabora con Messi. No está aislado en la aventura ofensiva. Lo acompañan. Seguramente no como en el Barça. Pero lo acompañan. Falta que él, precisamente, acompañe las iniciativas de la Selección con una respuesta más adecuada y cercana a su perfil.
Para complicarle la vida a Brasil se precisa un equipo duro, templado, aguerrido, ordenado y filoso en ataque y un Messi que juegue lo que todavía no jugó. No hablamos de golazos infernales o apiladas monumentales imposibles de describir. Hablamos de que el astro del Barcelona juegue siete puntos. Tres puntos arriba de lo que Messi viene jugando.