En el tiempo suplementario el alemán Mario Götze sepultó el sueño de la Selección Argentina en el mítico estadio Maracaná, de Río de Janeiro. Luego de catorce años, la albiceleste alcanzaba la final de un Mundial, pero otra vez iba a quedar tan cerca y tan lejos. Como el rostro decepcionado de Lionel Messi frente a la copa, que eternizó el fotógrafo chino Bao Taliang. Un mismo sentimiento que se reflejó en miles de argentinos a más de 2.600 kilómetros, en el punto central de la Ciudad de Buenos Aires a donde llegaron los hinchas para ver la historia.
Ese 13 de julio de 2014 iba a ser una fiesta celeste y blanca, pero no lo fue y hasta terminó en una batalla campal que repercutió en todo el mundo. En las inmediaciones del Obelisco hubo enfrentamientos con la policía en una batalla que duró hasta la madrugada, y dejó más de 120 detenidos y 20 heridos, y decenas de locales saqueados en toda la zona.
A cuatro años de aquella noche, aún hay comerciantes que no pudieron recuperar lo robado y reparten quejas contra el Gobierno de la Ciudad por su ausencia.
Ricardo Villarreal, gerente del local de historietas “La Revistería”, ubicado en la avenida Corrientes 1.388, volvió desde su casa de Merlo desesperado cuando se enteró que un grupo rompió la vidriera para entrar. “Fueron directo a la caja y se la llevaron”, cuenta tiempo después.
A Villarreal todavía le dura la bronca al recordar que partieron una estatua de Spider-Man. “Era una reliquia”, dice. Pero más se enciende cuando rememora que a medida que se acercaba al comercio comenzaba a recoger historietas que terminaron esparcidas sobre la avenida. “Un portero vecino nos acercó una pila de Manga que habían dejado sobre el portón de su edificio”, relata.
El local, que está a metros de una popular galería comercial, había cerrado antes de que comenzara el partido. Pero al tener una fachada de vidrio les fue fácil ingresar. “Había cosas de valor, pero tenés que saber del tema para venderlas”, dice. “Se llevaron un lector de código de barras ¡Eso no te sirve ni para venderlo!”.
Algún dinero ahorrado y el seguro ayudaron a poder recuperar algunos productos y al arreglo de todo lo destruido.
La avenida Corrientes y gran parte de la 9 de Julio hacia el sur fueron un escenario bélico con tachos prendidos fuego utilizados como barricadas ante el avance de los camiones hidrantes de la fuerza de seguridad. Las balas de goma surcaron el cielo nocturno. Encapuchados hirieron a policías y a hinchas que se opusieron a la barbarie.
El por entonces Secretario de Seguridad, Sergio Berni, se vanaglorió por el operativo que incluyó a 600 hombres. “Salió impecable”, comentó en Radio La Red. Apuntó a "gente que tiene relación con las barrasbravas de Chacarita e Independiente".
“Esto no fue producto de la casualidad, sino que fue planificado. Hubo una planificación para que ocurriera esto y que pueda generar un gran caos”, sentenció en varios canales de televisión días después del caos.
Para Juan Castillo, encargado del antiguo “café bar Metro”, de Cerrito 528, Berni estuvo en lo cierto. Al cerrar el local horas antes de que empiece el partido, a las 16, comenzó a notar que entre el malón de gente que merodeaba el Obelisco había algunos con mochilas llenas de botellas de cerveza y drogas. “Habían muchos que estaban borrachos y no se estaban comportando bien. Se notaba que estaban preparando algo”, afirma.
Castillo recuerda que después de que Argentina perdiera, dejó de ver la tele. Estaba embroncado con el equipo y todos los alemanes. Al rato, su mujer le insistió. “Mirá, Juan. Mirá lo que está pasando en el bar”, le pidió. El canal TN mostraba cómo un grupo de encapuchados rompía los vidrios del café y se llevaban mesas, sillas, antigüedades y destapan las botellas que habían robado. “Mirá, mirá, están entrando a ese viejo bar… al Petit Colón (SIC)”, comentaba Mario Massaccesi desde los estudios del noticiero.
“Se llevaron una exponedora antigua, muy antigua. De esas que ya no se fabrican más. Reventaron los vidrios gruesos que teníamos, los espejos de época… todas esas cosas que nunca más vamos a poder recuperar y que eran históricas”, cuenta con angustia, casi al borde del llanto.
A la mañana siguiente, junto a los catorce empleados empezó la dolorosa limpieza de un comercio que había quedado desmantelado. Algunas mesas sobrevivieron al paso de los autos de la 9 de Julio.
“Para más, apareció uno del Gobierno de la Ciudad y nos hizo una multa por estar tirando basura a las doce de mediodía ¿podés creer? Pero nunca nos dieron una mano, nunca más aparecieron para ayudarnos en algo”, reclama.
Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), por lo menos 26 comercios fueron saqueados y atacados. El costo estimado de los daños fue de más de $ 710.000. Aunque el número aumentó de acuerdo al tiempo que estuvieron cerrados por obligadas reformas. Hubo un reclamo de indemnización al Gobierno porteño, pero nunca se llegó a lo deseado y se cajoneó el pedido.
Las estaciones del Metrobús tuvieron daños en toda su traza, pero las más perjudicadas fueron Obelisco Norte, Obelisco Sur y Perón. En esas destrozaron pantallas, tachos, vidriado, terminales de autoconsulta, equipos de comunicación y 240 semáforos. El costo total de esos arreglos más las veredas por parte de la Ciudad, fue de $ 2 y $ 2,5 millones.
Lo sucedido le pegó a ambos gobiernos. Generó molestias en la vicejefa de la Ciudad, María Eugenia Vidal, y una conferencia de prensa del Jefe de Gabinete kirchnerista Jorge Capitanich. El canal C5N se quedó sin señal cuando desguazaron uno de sus móviles.
Ariel Diwan, productor del “Teatro Broadway”, explotó de bronca hacia las autoridades porteñas y se retiró de una entrevista en el canal América. "Que se vayan a la concha de su madre, no hacen nada, te llaman después de que pasan las cosas pero no hacen nada”, criticó. Es que los vándalos también entraron al hall central del teatro y rompieron todo lo que encontraron. Todo fue irrecuperable, por lo antiguo y lo caro.
“Si tenés un local en la zona céntrica ya asumís los peligros”, resume Villarreal. Con el Mundial en juego y las posibilidades de Argentina, los comerciantes se preparan para evitar saqueos, a pesar de que “a veces mucho no se puede hacer”, dice Castillo.