-¿Qué recordás de aquel miércoles 24 de marzo del 76 cuando la Selección que conducías le ganó 2-1 a Polonia en Chorzow y en la Argentina se produjo el golpe?
Todo. O casi todo recuerdo. A pesar que ya pasaron muchos años.
El Flaco Menotti apela a su memoria. Refresca imágenes, pone en contexto el partido, encuentra palabras, interpreta los hechos, califica los desenlaces. Y mira en perspectiva.
-Cuando partieron a esa gira por Europa en la que enfrentaron a la Unión Soviética, Polonia, Hungría, al Hertha de Berlín y al Sevilla de España, ¿advertías la inminencia del desastre y del terrorismo de Estado que a los pocos días se iba a instalar en la Argentina?
La realidad es que el golpe se veía venir. Era un comentario que estaba en las calles, en los sindicatos, en las oficinas, en las fábricas, en el periodismo y hasta en la clase política que se identificaba con cierta idea de progresismo. En todos lados más o menos se anticipaba que el golpe ya estaba en marcha. Nadie lo puede negar. Eran muchísimos los sectores de la sociedad que con distintos pensamientos y objetivos venían alentando a los militares para dar el golpe. Se hablaba de que era inminente. Los diarios de la época lo reflejaban. Por eso cuando nos fuimos con la Selección a jugar unos partidos amistosos a Europa ya se tenía esa impresión. Que en cualquier momento el gobierno de Isabel, ya con Perón sin vida desde julio del 74, con los Montoneros y el ERP en la clandestinidad y con la Triple A de López Rega operando y asesinando gente, iba a caer.
-¿Quién les comunicó el 24 de marzo lo que estaba sucediendo en la Argentina?
Creo que fue el Gordo José María Muñoz unas horas antes del partido contra Polonia. Me parece que fue en el hotel donde nos alojamos. Pero la información por aquellos años era muy escasa, demasiado precaria. Los jugadores preguntaban muy preocupados qué había pasado en la Argentina pero nadie tenía ninguna precisión, más allá de la confirmación del golpe. Que en principio parecía ser un golpe de Estado más en la Argentina, como hubo tantos otros. Pero la verdad es que ahora a la distancia queda en claro que desconocíamos la impresionante magnitud de la represión y de la locura que se instaló en el país a partir de ese 24 de marzo. Creo que muy pocos se la imaginaron. La cacería humana que se desató no tenía antecedentes.
-¿Sospechabas aquel día en Polonia que iba a haber un antes y un después en la Argentina?
Siempre hay un antes y un después a partir de una dictadura. Pasó en el 55 cuando los militares derrocaron a Perón y también asesinaron militantes. O cuando voltearon a Frondizi. O cuando después Ongania en el 66 desalojó de la Casa de Gobierno a Illia. Los argentinos siempre convivimos con los golpes de Estado, con la represión, con la tortura, con las persecuciones a los mllitantes, con las muertes. Pero lo que ocurrió a partir del 24 de marzo del 76 superó absolutamente todo. Allá, en Polonia, ninguno de los argentinos subestimamos la significación de una nueva dictadura. Los jugadores querían comunicarse con sus familiares, con sus amigos. Pero lo único que llegaban eran comentarios ligeros que buscaban tranquilizarnos. Nada que ver con lo que en realidad estaba ocurriendo, que era lo que también estaba ocurriendo en otros países, como por ejemplo Chile con Pinochet desde 1973, cuando acabaron con Allende con el financiamiento de Estados Unidos a través de la CIA.
-Cuándo la Selección regresó a la Argentina el 3 de abril, ¿cuál fue la primera decisión que tomaste?
Renunciar de inmediato como entrenador. A mí me había contratado por aquel entonces como técnico de la Selección el titular de AFA, David Bracutto, en octubre de 1974. Con Bracutto nos conocíamos de Huracán. Pero cuando volvimos de la gira por Europa, Bracutto ya estaba prácticamente afuera de todo. A los pocos días asumió Alfredo Cantilo en AFA, en reemplazo de Bracutto.
-¿Y qué pasó para que siguieras?
El me convocó a hablar sobre mi renuncia que yo había elevado. Y me dijo algo muy claro que continúo recordando: que fuera del fútbol conmigo no coincidía en casi nada. Pero que iba a defender mi proyecto de Selección nacional hasta las últimas consecuencias porque eso iba a funcionar. Y la verdad es que lo hizo con una fuerza impresionante. No claudicó nunca. Veinte años después de ganar el Mundial, en una conmemoración que se celebró, me comentó por primera vez que la cúpula de la Junta Militar le pidió en varias oportunidades que me limpiara, que me destituyera. Y él soportó esas presiones sin decirme nunca nada. En ese plano que es el que conozco, Cantilo siempre puso las bolas arriba de la mesa. Hasta para cagarlo a pedos primero a Lacoste que con la Selección pretendía tomar iniciativas que Cantilo desaprobaba y después a Julio Grondona. Por eso seguí después de aquel 24 de marzo. Esencialmente por el apoyo que me brindó Cantilo.
-Por último, ¿te quedó grabada alguna postal futbolera de aquel 2-1 a Polonia en Chorzow?
Sí, que Polonia tenía un gran selección. Habían salido terceros en el Mundial que obtuvo Alemania en el 74. Pero nosotros les ganamos bien porque jugamos bien. Aunque el recuerdo imborrable es que aquel 24 de marzo del 76 se convirtió en una fecha trágica.
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