El Boca y River tiene una fecha en el calendario y todo el resto son válidos para celebraciones y, por el contrario, apaciguar los ánimos y esperar por el próximo en la revancha. La avenida Corrientes, escenario inesperado del recuerdo de los hinchas
Corrientes al 1700, a pasos de las luces de la avenida plagada de los teatros y librerías más concurridas de Buenos Aires. El Superclásico, en el recuerdo alegre de los hinchas de River que sacaron de la Copa Sudamericana a Boca y el presente del equipo de Marcelo Gallardo en la segunda final de la competencia y con un partido fundamental por la definición del torneo local. Para el hincha, el último partido del Millonario ante el Xeneize, todavía está en el día a día.
Corrientes y Rodriguez Peña, entonces. Una rampa para que las sillas de ruedas, carritos de bebé y otro tipo de rodados pueda subir a la vereda sin saltar el cordón. A cada lado, un tronco. Literalmente, un tronco, y ningún árbol hachado. El andar frenético de la hora pico, no permite demasiados reparos, pero sin embargo apenas un instante devela el misterio.
En la superficie talada que desnuda los nudos de la madera que alguna vez fue un álamo frondozo aflora el puño y letra de una mente creativa que con humor y sin violencia le da argumentos válidos al remanido y siempre desagradable "floclore del fútbol". Cada tronco llevaba un nombre: uno era Gilgliotti y el otro Cata Díaz.
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