D´Onofrio critica a la AFA, pero ocupa a través de la asociación un cargo en FIFA. Raed renuncia al tribunal de disciplina por motivos personales, pero denuncia amaños ante la prensa. Los dirigentes de Primera promueven una Superliga transparente y frenan fallos por fair play financiero. Las contradicciones de una construcción discursiva llamada "sentido común" de nuestro fútbol argentino

Apostarse a la sombra de la frase conveniente parece ser la manera más oportuna de ubicarse ante la opinión pública. Al menos en el fútbol, donde las mezquindades se encierran en frases hechas que encastran con lo que "piensa la gente". "La gente" es ese colectivo que tiene a los periodistas como intérpretes. Y el "sentido común" es una construcción discursiva que esconde contradicciones.

El fútbol le da letra al sentido común y algunos intérpretes se lo trasladan a la gente, aunque existan contradicciones. El presidente de River, Rodolfo D'Onofrio, presentó un libro de su autoría que no tiene que ver con el fútbol, sin embargo se ocupó de señalar con el dedo lo que no le gusta del ámbito del que inevitablemente forma parte. Y no es novedad que al titular del Millonario no le gusta la actual administración: votó en blanco en las últimas elecciones y había apostado a la carrera de Marcelo Tinelli. Y está bien que así sea, no todo es unanimidad. Pero D'Onofrio tiene un cargo en FIFA a partir de la AFA que desprecia. El sentido común es oportuno porque le da a la gente lo que quiere escuchar, pero es cuanto menos extraño: la misma asociación a la que había que ponerle una bomba es la que le permite desempeñarse en la sede de Zurich.

Y el de D'Onofrio de es el único caso de oportunismo. Durante un largo tiempo, en la Superliga se esperó un fallo ejemplar a San Lorenzo y Huracán por mentir en sus declaraciones juradas, que se diluyó en eufemismos y promesas de firmeza para el futuro.

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En la semana renunció quien se desempeñaba como presidente del Tribunal de Disciplina del Consejo Federal de Fútbol y brindó una serie de entrevistas en las que corroboró esa verdad de cafetines, reuniones de amigos y máximas de oficina: hay partidos arreglados. Antonio Raed le contó al periodismo de su "fatiga moral" y el "amaño" de partidos, pero en la carta con que ofrece su paso al costado, omite esos argumentos y se cobija en otros de índole personal.

Nadie podría estar en contra de quien denuncia arreglos de partidos, ese es el sentido común. El problema es que Raed no los denunció ni se encargó de reunir las pruebas para presentar ante el Tribunal que presidía. Igual que D'Onofrio, que encuentra sucia a la AFA, con excepción de los peldaños de la misma asociación que lo sostiene en FIFA. Uno y otro son oportunos, pero mezquinos en sus convicciones. Pero el fútbol permite estas contradicciones.

Nadie espera que un actor declare en cada entrevista lo espantosa que es la obra que representa en el teatro porque en ese caso, el sentido común indicaría que debiera renunciar. Nadie entendería a un diputado que defenestra al color político que representa, porque a la hora de los votos, la política tiene menos tabúes que el fútbol: en ese ámbito las mezquindades pasan por otro lado, pero no sostienen cargos o bancadas a los díscolos. Si finalmente D'Onofrio se lanza a la política, esa posibilidad está contenida en su libro, deberá tener otra clase de oportunismo.

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