Remeras rojas, franjas amarillas y en el pecho el escudo de la federación española de fútbol. Rodeado de micrófonos, Gerard Piqué muestra su sonrisa y termina de contestar una pregunta en catalán a pedido de un periodista. “Responde en andaluz también, quizá le cueste entender el castellano”, salió a romper Sergio Ramos que estaba con él en la conferencia. Horas después, la estrella del Real Madrid aclaró en Twitter: “Lo de hoy era en plan de broma. Quizás estaba un poco serio”.
La situación se dio en octubre de 2010. Tres meses atrás, la Selección de España se quedó con el Mundial por primera vez en su historia. El 11 de julio de ese año vencieron en la final 1 a 0 a Holanda con gol de Andrés Iniesta, figura del Barcelona. Un día antes de ese encuentro, más de un millón de personas salió a las calles de Cataluña bajo el lema “Som una nació. Nosaltres decidim” (Somos una nación. Nosotros decidimos).
Fue en rechazo a una sentencia que declaró inconstitucional 14 artículos fundamentales del Estatuto de Autonomía de Cataluña. Piqué es uno de los que tomó la lanza en este tema y siempre se ha manifestado. Ya en 2017, tras el referendo del domingo y los incidentes, el defensor del Barcelona lloró delante de periodistas y recordó: “Me siento catalán. Hoy más que nunca, orgulloso de la gente de Catalunya que se ha comportado de forma maravillosa estos siete años porque no ha habido acto de agresión”.
En los partidos, en los entrenamientos, Piqué recibe cantos en contra. Desde “Fora Piqué” hasta “Piqué cabrón, España es tu nación”. Sus compañeros han pedido en reiteradas ocasiones que se lo respete. Uno de los que más insistentes en el reclamo fue, justamente, Sergio Ramos. Capitán y compañero de zaga. Son los defensores de España. Más allá de su defensa, su ideología quedó clara: un día después del referendo del domingo, el capitán del Real Madrid subió una imagen a su Instagram en la que se lo veía a él con la remera de la Selección y, de fondo, la silueta del país con la bandera y una corona.
Las diferencias políticas están a la vista y no pisan el objetivo. Desde aquel cruce en la conferencia de prensa hasta esta último posteo. Piqué bajó los decibeles “Con Sergio Ramos me llevo muy bien, es una mentira todo. Es más, vamos a ser socios de un negocio que le planteé”.
No es la primera vez que la lucha por la autonomía de una nación se mete en un vestuario. En 1990 la Selección de Yugoslavia se quedó con el mundial de básquet que se disputó en Argentina. Vlade Divac y Drazen Petrovic eran las principales figuras. Como cuenta el recomendable documental de ESPN “Once brothers” hubo un hecho que partió al equipo en dos y, además, destruyó una amistad.
En pleno festejo por el título en el Luna Park, un fanático entró a la cancha para celebrar con la bandera de Croacia que, en ese momento, bregaba por su independencia. Divac, de origen serbio, reaccionó contra el espectador, se la sacó y la arrojó al suelo.
La imagen se convirtió en una ofensa para los medios de comunicación croatas, se expandió y, rápidamente, se transformó en un escándalo. Petrovic, justamente de ese origen, se lo recriminó a Divac y no le perdonó nunca esa acción. A tal punto que dejaron de saludarse.
Un año más tarde, las guerras yugoslavas se desataron y, lentamente, comenzó a disolverse el país en naciones mucho más chicas. Incluso, Croacia -en 1992- llegó a la final de los Juegos Olímpicos de la mano del propio Petrovic.
Otro de los casos resonantes también se centró en esa zona europea. En el Mundial del 2006 en Alemania, la Selección Argentina que dirigió Néstor Pekerman goleó 6 a 0 a un país que ya no existía. Montenegro proclamó su independencia de Serbia 26 días antes de ese partido y a tan solo veinte días de la inauguración del torneo. “Los jugadores de la Selección se entrenaron el domingo pasado bajo la misma bandera y se despertaron al día siguiente sin nación”, dijo en aquel entonces Tomislav Karadzic, presidente de la Federacion serbo-montenegrina de fútbol.
El equipo se presentó igual bajo el nombre de “Serbia y Montenegro”. Aunque sólo había un jugador nacido en Montenegro: el arquero suplente Dragoslav Jevric. En ese punto, el sentido de pertenencia estaba marcado. Incluso según Diario AS, el delantero y, capitán del equipo, Savo Milosevic, declaró que -en caso de hacer goles- “solo iban a ser dedicados al pueblo serbio”.
Los clubes habitualmente mantienen la identidad de un pueblo. En cualquier deporte y existen diversos casos a nivel mundial. En Rumania, por ejemplo, existe una fuerte pertenencia húngara que brega por mayor visibilización y autonomía. En su liga de hockey sobre patines juega el Hoki Sport Club de la Ciudad de Csikszereda, que es el equipo más exitoso. Cada día de partido, los hinchas no cantan el himno del país que marca el pasaporte, sino que entonan las estrofas del himno húngaro.
El nivel del Hoki Sport club llevó a que los mejores jugadores fueron convocados a la selección rumana de hockey. Prácticamente todo el plantel. El escándalo se desató cuando, en 2011, Rumania enfrentó a Hungría de local.
El estadio entero y los jugadores cantaron el himno húngaro haciendo referencia a lo más profundo de su etnia. A partir de allí hubo una ola de tensión nacionalista culminó con enfrentamientos.
La política y el deporte, lejos de estar separados, no sólo se involucran por necesidades dirigenciales, sino también por simbología, tradición y pensamiento de los protagonistas.
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