Textual de Lionel Scaloni: “La realidad es que es difícil decir que Argentina es favorita, tampoco que no es favorita. Hay una sensación rara en ese sentido. Si uno mira las estadísticas, lo que pasó en el Mundial y la llegada al Mundial… Tenemos que ir calmados, con humildad, compromiso y amor propio. A partir de ahí vendrán cosas mejores. Vamos a dar pelea”.
Las explicaciones del entrenador de la Selección en vísperas de dar la lista de 23 jugadores que participarán de la Copa América a disputarse en Brasil entre el 14 de junio y el 7 de julio próximo, de mínima suenan confusas. Y es preocupante que el responsable técnico del plantel nacional se deje ganar por la confusión.
No saber definir o registrar si Argentina es favorita o no lo es y plantear que “hay una sensación rara en ese sentido”, revelan algunas de las dudas no menores que acosan a Scaloni.
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Porque está claro que le sobran dudas aunque él declare que no las tiene. Esas dudas son las que también abarcan a la presencia o no de Sergio Agüero en la convocatoria. Titubea Scaloni una y otra vez cuando aparece en escena el Kun Agüero. Y no termina aclarando nada. Titubea tanto que incluso le baja el precio a la participación de Argentina en Brasil. Porque la modestia es un valor apreciable. Pero no hay que exagerar.
Estas indecisiones que vienen acompañando al conductor de la Selección no son para pasarlas por alto. O subestimarlas. Están ahí. A la vista de cualquiera que intente observarlas. Y se proyectan. De hecho ya lo hicieron en aquel pésimo partido que Argentina perdió 3-1 ante Venezuela en la última quincena de marzo, cuando Scaloni de la noche a la mañana improvisó una línea de tres espasmódica, la desarmó a los pocos minutos y entre otras claudicaciones, terminó arrojando al equipo a las puertas del desconcierto más absoluto con Messi deambulando por la cancha sin rumbo.
Pagó la Selección un precio alto por salir a jugar sin una idea y una convicción que la respalde. “La caída con Venezuela no es el problema. El problema es como se perdió y como se jugó. La verdad, no sé lo que se pretendió hacer”, nos dijo el Flaco Menotti por aquellos días desde su rol de Director de selecciones nacionales. Seguramente, Scaloni tampoco supo lo que quiso hacer. Y por eso esa noche se apagaron todas las luces.
Queda claro que Messi, en soledad, no va a rescatar a la Selección de las sombras. No porque Messi no tenga capacidades superlativas. Las tiene, pero las expresa cuando el equipo que integra está sostenido por un buen funcionamiento. O un gran funcionamiento. Si no hay funcionamiento, como le ocurrió al Barcelona en la paliza histórica que le propinó Liverpool en Inglaterra, Messi suele no aparecer en la dimensión que se lo reclama.
El funcionamiento no es otra cosa que la idea futbolística que debe surgir del pensamiento que elabora el entrenador. Y esa idea, hasta el momento, no se sabe cuál es. Habla de recuperar una identidad, Scaloni. ¿Pero de qué identidad? Porque hay distintas identidades. ¿La de Brasil, la de Uruguay, la de Alemania, la de Inglaterra, la de Portugal? Y por supuesto existe una identidad argentina para interpretar el juego, más allá de las distintas influencias, positivas y negativas que siempre perduraron en la bonanza o en la derrota.
Pareciese que Scaloni es un protagonista que incorpora consignas. Y según las circunstancias y las preguntas que le realizan las va volcando en las entrevistas. Claro que a las consignas hay que llenarlas de contenidos para que tengan algún valor agregado.
Lo que se advierte sin esfuerzo es que los tiempos de la Selección no lo van a encontrar a Scaloni caminando con la tranquilidad que hoy quiere proyectar. La inminencia y el desarrollo de la Copa América mostrará una medida más certera sobre la estatura profesional de Scaloni para dirigir a la Selección.
Hasta ahora, a nueve meses de haber asumido después del durísimo colapso en Rusia 2018, su presencia no movió el amperímetro. La Selección sigue siendo una incógnita. Con Messi o sin él. La incógnita se irá develando en Brasil
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