Gustavo Alfaro, posicionó a Carlos Tevez como el jugador número uno de Boca. Como el emblema. Como la bandera. Como el capitán, referente e ícono del sentimiento xeneize, bañando en elogios desmesurados al media punta, que mostró en la reciente derrota frente a Unión una imagen demasiado discreta, lo que después del partido lo llevó a decir que "hay que tener paciencia porque va a costar armar el equipo”.
¿Qué pretende Alfaro de Tevez, próximo a cumplir 35 años el 5 de febrero? En principio, recuperar su autoestima dañada en los últimos tiempos producto de la titularidad que fue perdiendo con los Barros Schelotto. Y apoyarse en las adhesiones que genera Tevez para encontrar un respaldo popular que hoy ve incierto.
Esta apuesta fuerte de Alfaro tiene por delante riesgos evidentes. Porque Tevez está en el crepúsculo de su brillante carrera. Y ya no es el delantero que se tiraba unos metros atrás e imponía su potencia y desequilibrio ofensivo. Ese freno, amague y cambio de ritmo para superar a un rival lo conserva más en la teoría que en la práctica. Más en el recuerdo que en la actualidad, aunque su categoría de crack le permita ofrecer algunas pinceladas que lo siguen distinguiendo, como aquella maniobra del final del partido ante River en la Bombonera cuando dejó solo a Benedetto ante el achique de Armani.
Antes de la caída por 2-0 ante Unión en Mar del Plata (pudo ser mayor la diferencia) , Alfaro sostenía que quería a un Tevez muy activo e influyente para manejar el ataque del equipo. Y que frente a esta exigencia a él lo veía feliz. Es muy probable que el técnico haya advertido la satisfacción que expresa Tevez en el día a día, ahora en un rol preponderante que incluso lo ubica en un plano de liderazgo más mediático que auténtico.
“Claro que nadie tiene el puesto comprado”, aseguró Alfaro por las dudas. La frase es inobjetable. No podría plantear otro escenario. Pero este reencuentro de Tevez como el protagonista con mayor poder simbólico y real dentro del plantel forma parte de una estrategia peligrosa para el propio cuerpo técnico e incluso para el principal involucrado que es el jugador.
La pregunta es simple: ¿este Tevez modelo 2019 está en condiciones de asumir el control futbolístico de Boca? ¿O son demasiadas las responsabilidades que Alfaro colocó sobre sus espaldas?
Boca empezó la Era Alfaro con una derrota ante Unión
Es un dilema de muy compleja resolución. Porque nadie sabe cuál será la respuesta efectiva de Tevez en la cancha. Y la respuesta que trascienda el paisaje de un partido. O dos. O tres. Porque Alfaro apenas pisó el club afirmó que su gran objetivo es ganar la Copa Libertadores. El objetivo central de Boca desde que la conquistó por última vez en 2007 (bajo la conducción de Miguel Angel Russo y con un Riquelme angelizado) y que ya se llevó puesto a varios técnicos.
Recorriendo el pasado de Boca, se asoma sobre la superficie que ningún entrenador jugó tan a favor de Tevez. Y es sugestivo que siendo Alfaro un técnico con una visión muy colectivista del juego, haya depositado un cheque en blanco por una individualidad con recursos físicos muy lejanos al esplendor.
¿Por qué lo hizo? ¿Porque lo vio a Tevez con sed de revancha después de la gestión de los Barros Schelotto? ¿Porque está convencido que tiene un resto anímico, físico y futbolístico que le va a permitir erigirse en la figura excluyente del equipo? ¿Porque advierte que no hay otro en el plantel con ese carisma e influencia determinante sobre sus compañeros?
Preguntas. Demasiadas preguntas. Lo concreto es que Alfaro ya eligió. Y decidió. Como si Tevez fuera una carta de triunfo inobjetable administrando los tiempos de cada jugada. Los hinchas suelen decir que los periodistas siempre hablan con el diario del lunes cuando los hechos ya ocurrieron.
¿Qué vemos? Que Tevez hoy está para acompañar en el caso que la orquesta suene muy bien y no para tomar las riendas de un equipo, porque por otra parte él nunca ejerció esa responsabilidad ni en Boca, Brasil, Europa o la Selección.
La postura de Alfaro fue radical. Es Tevez y diez más. No lo planteó en estos términos. Pero lo dio a entender. ¿Raro, no? Sí, muy raro. Lo evidente es que las dudas ganan por goleada. Y las preocupaciones de Boca también.