Le fue muy bien a Ariel Holan en Independiente en 2017 y le fue decididamente mal en 2018. En la transición de un año a otro, el entrenador falló demasiado a la hora de reforzar el plantel y debilitó al equipo. El desgaste y la confusión.

A nadie le gusta que lo critiquen aunque más de uno se haga el superado y afirme que no le hace ni cosquillas. Falso. La crítica (aunque sea muy técnica y muy profesional) molesta, fastidia, irrita, perturba. El técnico de Independiente, Ariel Holan, por supuesto que no es la excepción. La crítica a su labor futbolística lo empuja a la permanente victimización. Y en ese territorio el hombre de 58 años hace lo que no es aconsejable hacer: ver fantasmas por todos lados inventando enemigos. En este caso periodistas.

Lo que indica la realidad es que Holan cerró en Independiente un 2018 desalentador. El plantel que había ganado la Copa Sudamericana en diciembre de 2017 coronándose frente al Flamengo en el Maracaná con un nivel de fútbol que el ambiente supo ponderar y reivindicar, al año siguiente claudicó después de que el club invirtió 18 millones de dólares en 12 jugadores que incorporó (postergando y sometiendo a las inferiores), de los cuales ninguno alcanzó un rendimiento aceptable.

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Esta cifra monumental para cualquier club argentino y que Independiente despilfarró en futbolistas (elegidos por Holan) que de ninguna manera estuvieron a la altura de las exigencias, dejaron muy mal parado al entrenador que siempre pidió tiempos interminables para acomodar un tablero que se le fue de las manos en el plano del juego y de los pobres resultados obtenidos (en la Superliga está a 13 puntos del líder, Racing) durante toda la temporada.

Holan, intérprete de una humildad que no es tal, quisiera vivir bañado en elogios, como pretendería cualquier mortal. Pero el detalle fundamental que no contempla es que su actividad es pública. Y está sujeto a las reglas de juego, que no significa que tengan que ser salvajes, imprudentes, descalificatorias y agresivas. Para ser lo más claro posible: este Independiente modelo 2018 que él condujo sin que los dirigentes limitaran su accionar, claramente decepcionó.

Y si fue responsable del crecimiento del equipo el año anterior, ahora también es responsable de una declinación imposible de ocultar. Las responsabilidades se enfocan en lo bueno y en lo malo. No solo en lo bueno, como parece pensar Holan.

Que su relación con varios integrantes influyentes del plantel se desgastó (Campaña, Domingo, Sanchez Miño, Gigliotti), no es un escenario nuevo. Esta tendencia negativa se fue acentuando en la misma proporción en que el equipo resignó fortalezas y adquirió debilidades que se expresaron en numerosos partidos.

No supo y no pudo Holan extender la bonanza futbolística de Independiente después de la merecida y valorada coronación en Brasil. Y esta caída indisimulable en el funcionamiento no puede solo atarse a las partidas de Nicolás Tagliafico y Ezequiel Barco.

Dijo Holan luego del empate 1-1 ante Godoy Cruz en Mendoza, que él no tiene las llaves del club. Lindo sería que las tuviera. Lo que tuvo fue voz y voto para decidir sin contratiempos la lista de jugadores que tenían que irse y que tenían que llegar. Que se equivocó muy feo con las incorporaciones de 2018, no cabe ninguna duda. Se equivocó al pedirlos y se equivocó al insistir en darles titularidad partido tras partido cuando se advertía, sin esfuerzo, que no tenían chapa para actuar en Independiente. Como por ejemplo el uruguayo Gastón Silva (arribó en agosto de 2017), Fernando Gaibor, Pablo Hernández, el chileno Francisco Silva, Ezequiel Cerutti y Gonzalo Verón entre otros.

“El triunfo y el fracaso son dos impostores”, sostenía el novelista y poeta británico Rudyard Kipling. El triunfo inicial de Holan en Independiente, es muy probable que lo haya acercado a verse más pleno y más sensible a la inteligencia de la que en realidad cultiva. De ahí a confundirse hay un solo paso. Y de ahí a creérsela menos de un paso.

Es cierto, suelen suceder estos episodios. Hasta que ocurre algo no deseado que obliga a transitar por la adversidad. Y a tener que encontrar un punto de equilibrio estratégico y emocional para afrontar esas adversidades que más tarde o más temprano siempre se presentan. Ahí, en la adversidad se ve la verdadera muñeca de un entrenador.

Va a seguir Holan dirigiendo a Independiente en 2019. Pero ya no es una deidad para sus hinchas más jóvenes que celebraban su permanencia en el club. Esa capa de héroe moderno de Independiente se desvaneció. No era real. Ahora lo comprobó. Habrá que observar como Holan metaboliza esta circunstancia. Y como asume el peso de las críticas que no tolera. No es menor ni sencillo el desafío que tiene por delante. Con fantasmas o sin fantasmas.

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