La trama del fútbol -la del circo, no la de la pelota en la cancha-, sufrió un cambio insospechado que modificó una estructura que parecía firme e indestructible. Tan elocuente, que es posible marcar en la línea de tiempo del fútbol globalizado un punto sin retorno que establece una división sin grises de la que se cumplen dos años: antes o después del FIFA Gate.
Si se mira el caso con perspectiva criolla, el congreso que se celebraría en Zurich estaba signado por un número que debería haber despertado cierta cautela. El que se celebraba en el Hotel Baur au Lac era el número 65, y eso en la quiniela significa “el cazador”. La mañana del 27 de mayo, el lobby y la confitería del hotel suizo resultó una cacería de dirigentes de las distintas asociaciones del fútbol mundial que veían cómo la inmunidad futbolística de la que gozaban había dejado de funcionar.
Fue como una vieja razzia de adolescentes, pero de peces gordos que no entendían qué sucedía y no tenían padres a quienes llamar: Joseph Blatter estaba también en la mira. “El tipo que desayunaba enfrente mío, de pronto estaba esposado. Había corridas, policías y gente que se escondía”, relató oportunamente a DIARIO POPULAR un testigo privilegiado: el entonces presidente de la AFA, Luis Segura.
La Argentina tuvo su propio infierno ardiendo a la par del caso FIFA, retroalimentado con co-conspiradores fallecidos, vivos, pedidos de captura internacional vigentes, prisión domiciliaria y daños colaterales posteriores. El cambio de paradigma sacó de la cúspide a la Argentina, pero principalmente movió el tablero y sacudió de una sola vez las fichas que todavía se acomodan.
Aunque la historia lo resuma con los años de otra manera, la estructura tuvo su propia resistencia. Pese a las 14 detenciones en el hotel el 27 de mayo de 2015 –principalmente de actores de Conmebol y Concacaf, es decir el continente americano-, dos días más tarde, Joseph Blatter fue reelegido como presidente de FIFA por los dirigentes que no habían sido apresados o no habían abandonado el país en situación de prófugos.
El primer impulso fue intentar reforzar la estructura que la Justicia –la de Estados Unidos y Suiza- estaba por desmantelar. Cercado, el sucesor de Joao Avelange y socio intelectual de Julio Grondona, anunció recién una semana después –el 2 de junio-, la renuncia a su cargo y el llamado a un congreso extraordinario para elegir su reemplazo. Ese proceso fue largo y fluctuó al compás de las investigaciones y terminó con Gianni Infantino al frente de la corporación mundial más poderosa, a la altura del Vaticano, la gaseosa más conocida del planeta o el país más conquistador.
Justamente Estados Unidos miraba de afuera todo ese espectro de poder que tenía tres aspectos fundamentales: sobornos, fraudes y corrupción. Esencialmente, la investigación gira en torno a las coimas a cambio de derechos de transmisión, publicidad y patrocinio de torneos, además de adjudicar sedes de campeonatos, al menos, a partir de 1990. Es decir que la procuradora noeyorquina Lorreta Lynch no investiga cómo su país se adjudicó la organización del mundial, sino todo lo que sucedió luego.
La causa continúa y los próximos dos mundiales son objeto de investigación: el de Rusia está confirmado y el de Qatar también, pese a la sospecha de cómo se lograron las plazas. Muchos de los sponsors son auditados para comprobar su grado de complicidad –aunque los principales, de bandera estadounidense, hicieron lobby para que rodaran cabezas- y las nuevas autoridades se empecinan en declarar que aquellos viejos mecanismos de coimas y privilegios ya está sepultado.
Todas las asociaciones cambiaron de nombres. La Confederación Sudamericana, la Conmebol, quedó en manos de Alejandro Domínguez, quien tiene un punto de comparación con Infantino en su edad (45 y 47, respectivamente): ambos contrastan con otra generalidad previa al FIFA Gate cuando los jerarcas eran en su mayoría ancianos con décadas en el cargo.
El nuevo tablero sudamericano tiene a Brasil como la asociación más influyente –antes lo era la Argentina- y es el principal socio de Paraguay en el que se apoyan el resto de las entidades que durante años estuvieron a merced de los intereses de Grondona.
Estados Unidos pasó a ocupar un puesto clave en la Concacaf y Philippe Moggio se desempeña como secretario general de la presidencia del canadiense Víctor Montagliani e impulsa el primero de los mundiales con reglas de adjudicación “limpia” para que se juegue en tres países de esa confederación.
En Europa también “descubrieron” corrupción y una veintena de dirigentes está privado de manera transitoria o de por vida para ejercer cargos en fútbol. Michel Platini y Blatter, por ejemplo, quedaron fuera del nuevo esquema.
Las empresas que fueron parte necesaria para que exista corrupción, tampoco pueden estar vinculadas al patrocinio o gozar de licencias del negocio, a menos que haya arreglado sus cuestiones con la Justicia. Si Torneos –cuyo ex CEO Alejandro Burzaco se entregó en Nueva York- no hubiese pagado una multa de 113 millones de dólares, la pelota no podría correr en sus pantallas dispuestas no solo en la Argentina, ni el resto del continente. Su vigencia se debe al desembolso de 112,8 millones de dólares tras un acuerdo con la fiscalía estadounidense que le otorgó una amnistía hasta 2020 sin que se presenten cargos en su contra, mientras coopera activamente con la Justicia que investiga sobornos. Ese no fue el único desembolso, ya que Burzaco había devuelto 21 millones en la misma moneda, además de una fianza de otros 20 millones para lograr la prisión domiciliaria.
El Mundial tendrá más selecciones participando: no en Rusia, pero el show bussines será algo así como el campeonato argentino de 30 equipos. Para el de 2026 está prevista la participación de 48 equipos. ¿El motivo? Ampliar aún más el negocio.
Poroto para Maradona: Infantino le abrió las puertas a los ex futbolistas, después de años de que Diego cuestionara el nulo contacto con el propio fútbol de las autoridades. El nuevo presidente de la FIFA cobijó no solamente al campeón del mundo argentino, sino a Zvonimir Boban o Marco Van Basten. Hasta se puso los cortos en el último Congreso.
También se dispuso un marco de transparencia para los cargos rentados de FIFA y auditorías internas y externas para lograr la transparencia perdida. La misma mecánica se impregna en el resto de las federaciones del mundo, aggiornando estatutos y cambiando reglas de juego. Las nuevas reglas de juego establecen un tribunal de ética -ajeno al entorno que lo solicite- que apruebe candidaturas a los cargos.
Existe un test de integridad que en el ámbito Sudamericano es potestad de Conmebol: en el caso argentino, el visto bueno para la candidatura de Tapia y el resto de los dirigentes llegó apenas unas horas antes de la votación. Cualquier dirigente actualmente procesado por el FIFA Gate -José Luis Meizsner, por ejemplo- o por una causa local como la existente por el presunto desvío de dinero del Fútbol Para Todos, no pasaría ese filtro de idoneidad.
El comité organizador de mundiales –el gran agujero negro del dinero sucio- es seguido de cerca por Infantino, incluso el próximo a disputarse en Rusia, “cocinado” con la vieja escuela.
Tan susceptible de transparencia quedó el fútbol que se desnudó en el FIFA Gate, que en Rusia las polémicas de cualquiera de sus partidos será dirimida por la tecnología, tras años de negativas por parte de la International Board. Es que, ya lo dijo el profeta, la dirigencia puede estar muy sucia, pero la pelota… la pelota no se mancha.
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