Algo había dicho Gallardo en la previa del partido respecto a la posibilidad de pasarla mal si no podían controlar la euforia posterior al triunfo ante Boca; la realidad es que River quedó afuera de la final del Mundial de Clubes mostrando una mediocre imagen ante el equipo árabe Al Ain

“Si nos dejamos llevar por la euforia la podemos pasar mal”, comentó Marcelo Gallardo el día previo a la derrota (en definición por penales) por la semifinal del Mundial de Clubes ante Al Ain.

Esas palabras del entrenador de River no fueron producto de algo providencial. Tampoco que Gallardo estuviera anticipando que su equipo iba a caer frente a un adversario de cualidades inferiores.

Pero en este escenario nada se dice por decir. Si se dice algo es porque detrás se esconde alguna interpretación, alguna lectura y algún temor. Los fastos de la victoria ante Boca por la final de la Copa Libertadores le terminaron pasando una factura a River. No planteamos que River jugó 120 minutos todavía embriagado por el triunfo histórico que conquistó el domingo 9 de diciembre en Madrid. O que tomó el partido casi como un trámite de fácil resolución, pensando que estaba tres o cuatro goles por arriba de su rival.

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Pero lo que se vio arrojó una sensación: nunca pareció entero River. Nunca pareció sólido. Nunca pareció convencido, ni aun con el 2-1 a su favor con que se cerró el primer tiempo. Flojito, chirlo, light. Esa impresión dejó River, más allá de que pudo liquidar el partido en un par de ocasiones (el Pity Martínez malogró un penal con un zurdazo que rebotó en el travesaño) después que el brasileño Caio clavó el 2-2 con un remate que Armani fue a buscar al otro palo al que fue dirigida la pelota.

Aquellos que esperaban una fiesta riverplatense ilusionándose con una final probable ante el Real Madrid, seguramente cosecharon una frustración importante. La verdad es que el fútbol siempre da lecciones. La fundamental, es que nadie gana o pierde en la víspera. Los pronósticos sirven para hacer apuestas, pero no para medir la dimensión siempre incierta del fútbol.

Porque claramente era banca River y era punto Al Ain. Era banca por la categoría de sus jugadores y por un envión emocional que parecía no tener freno. Claro que en la cancha esa diferencia sustantiva no se expresó. River padeció el partido. Lo sufrió desde el arranque hasta el final. Lo padeció con y sin la pelota. En ningún momento reveló que manejaba el desarrollo. Ni que manejaba los ritmos del encuentro. Todo estuvo orientado hacia un gran equilibrio de juego, de reservas físicas y de capacidades para ponerse de cara a un triunfo vital.

¿Subestimó River a su adversario? Esta pregunta se la tendrían que formular los jugadores y responderla en privado los jugadores. Cada uno de ellos es probable que intente reconstruir ese interrogante por ahora con final abierto.

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¿Por qué se mostró River como un equipo muy vulnerable? Porque siempre jugó estirado. Un equipo estirado es un equipo largo y permeable a dejar espacios. Como si no estuviera al tanto de lo que podían hacer, entre otros, el sueco Berg (autor del primer gol a la salida de un córner) y Caio, una pesadilla para Maidana y Pinola. Y se expuso. Dio ventajas.

Quiso River cambiar el rumbo del partido en el suplementario. Pero no tenía más para dar, aunque Gallardo trató de buscar la mejor armonía futbolísticas juntando a Pratto, Borré (anotó los dos goles), Scocco, De la Cruz y Quintero, muy empecinado en resolver la situación con algún bombazo muy lejano en su efectividad al que ejecutó contra Boca. A propósito de Quintero, aquella noche en Madrid poco menos que se lo calificó como un zurdo extraordinario. No lo es. Es un buen jugador. De fenómeno nada que ver. Tiene manejo, pero suele perderse en la cancha. Y como juega para él, cuando no le sale de arranque lo que se imagina, se desalienta y pierde influencia.

Con el 2-2 marcado a fuego, el episodio de los penales se volcó para el lado de Al Ain, imponiéndose 5-4. A River le quedó el gran recuerdo de su victoria inolvidable frente a Boca. Y sobrevuela esa frase del Muñeco Gallardo cuando en la previa del cruce se refirió a lo que podía ocurrir si se dejaban llevar por la euforia: “La podemos pasar mal”, resumió el técnico.

Y la pasó mal River. Por eso se quedó afuera de la final.

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River perdió por penales y se quedó afuera del Mundial de Clubes

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