C n el brillo de su historia, la Copa Libertadores encandila por igual a River y a Lanús, que desde mañana comenzarán a decidir quién llega a la final y mantiene vigente su esperanza, y quién debe asimilar el duro golpe de la eliminación. Por distintas razones, la Copa es un sueño, un objetivo firme, una obsesión, o todo eso junto, para uno y para el otro.
Por lo tanto, el picante y prometedor choque de semifinales, que los enfrentará primero en el Monumental y el martes 31 en La Fortaleza, tiene en ambos casos un peso y una trascendencia muy particulares.
River, el equipo argentino que más veces disputó el certamen (contando la edición actual, son 33 presencias), llegó a cinco finales, de las cuales ganó tres, en 1986, 1996 y 2015, y perdió las dos restantes, en 1966 y 1976.
Tres títulos en tantas participaciones le parece poco al hambre de gloria del Millonario, pero la notable cosecha que nació y creció durante el ciclo encabezado por Marcelo Gallardo renueva la esperanza y el optimismo.
Si bien el detalle de vueltas olímpicas internacionales, con el Muñeco al mando del plantel, es grande (cinco en total), la tentación de volver a obtener la Libertadores, como hace dos años, potencia el interés de hinchas, jugadores y cuerpo técnico. En consecuencia, los pasos dados hasta el momento fueron encendiendo de a poco el ambiente y el fervor. River terminó primero en su grupo, en octavos de final liquidó sin problemas a Guaraní y lo sucedido contra Wilstermann, en cuartos, está fresco en la memoria: la derrota por 3 a 0 en Cochabamba, que instaló muchísimas dudas, y el desahogo con el espectacular, increíble y ya famoso 8 a 0, que desató un carnaval en el repleto Monumental. Desde ese momento River no tiene otro objetivo más importante que quedarse con la Libertadores.
Lanús también celebró éxitos valiosos en los últimos tiempos, aunque no figura entre los campeones históricos de la Copa Libertadores y quiere darse ese gran gusto. Y a pesar de que ya llegó más lejos que en las cinco actuaciones anteriores -lo más destacado había sido lo de 2014, cuando quedó eliminado en cuartos de final frente a Bolívar-, no se conformará con estar cerca de lo que busca. De ninguna manera. El Granate pretende alzar el máximo trofeo sudamericano de clubes, abrazarlo, tocarlo, mostrárselo a su gente, pero primero tendrá que adueñarse del largo partido de ciento ochenta minutos que arrancará mañana y que siete días después meterá a un equipo argentino en la final.