Con el corazón en la mano. Así lo ganó River. Presión de entrada, garra después y hasta licencias reglamentarias para hacer flamear su bandera en casa, en el primer superclásico copero. Le ganó 1 a 0 a Boca un partido jugado con el cuchillo entre los dientes.
Desde el vamos, River asumió su condición de dueño de casa y en base a un gran trabajo de pressing y mucho ímpetu en el medio, le torció el brazo a Boca en la pulseada territorial al punto de limitarle sus argumentos ofensivos únicamente a los contragolpes que, además, no fueron ni muchos ni precisos.
Entonces, con Ponzio como abanderado del esfuerzo, Teo Gutiérrez bien de punta y la dinámica de Carlos Sánchez, River se las ingenió para generar las jugadas más claras de la primera parte. Un centro rasante de Kranevitter que Gutiérrez no alcanzó a tocar al gol, un cabezazo débil de Teo a las manos de Orión, un mano a mano del mismo Gutiérrez que el arquero tapó en gran reacción y un zurdazo de Funes Mori que se fue apenas alto, inclinaron la balanza en favor del Millonario que se insinuaba mucho más que un rival expectante, apostando prioritariamente a no perder el orden. Dentro de ese contexto, Lodeiro aparecía muy poco, Gago no estaba fino (ni en la pegada en los centros) y Calleri y Pavón chocaban mucho pero inquietaban poco.
Pero el segundo tiempo cambió de manera radical. Porque Boca salió con otros bríos. Tanto fue así, que en el primer movimiento puso a Calleri mano a mano con Barovero quien, con lo justo, alcanzó a enviar la pelota al corner. River respondió con idéntica furia: una chilena pifiada de Mora y una mala resolución de Sánchez, solo dentro del área, regalándole la pelota a Orión.
Después, se armó un partido más parecido a una pelea de barrio, de ésas en las que los dos quieren demostrar quién ese el más guapo, y gracias a la indiferencia de Delfino, fue River el que se impuso. Marín, torpemente, bajó en el área a Martínez y Sánchez lo transformó en el 1 a 0, que Gutiérrez pudo aumentar -y volvió a tapar Orión- pero que sirvió para dibujar la primera mitad de una sonrisa a la que todavía le falta un capítulo.