Parece raro, pero ayer se acabó la discusión política en los términos que se dio tras la muerte de Julio Grondona. Tras una puja interna que supo de traiciones, reformas en medio de un intrincado escenario bélico en el que dispusieron trincheras no solamente para los dirigentes del fútbol, sino el Gobierno -el actual con un rol protagónico y determinante, el anterior casi tímidamente-, hoy se cumplirán las primeras 24 horas de un presidente legitimado por el voto, tras una conflictiva intervención de la FIFA.
Luis Segura no contará como el sucesor de Grondona, pese a que se formó bajo su ala y fue vicepresidente por una decisión unilateral de Don Julio, para respaldarlo después de que se lo viera en el mundial de Brasil vendiendo entradas en el lobby de un hotel y que los socios de Argentinos lo acusaran de haber vendido un descenso que, finalmente, no se dio. Segura fue confirmado en el cargo por acto reflejo: de manera unánime como se acostumbraba en la AFA y porque los dirigentes desconocían el mundo que se les abría ante la ausencia del “vicepresidente del mundo”.
Su muerte sorprendió a todos pese a sus 82 años y a dos meses de cumplirse los tres años de su velatorio en el predio que ahora lleva su nombre, la AFA recién pudo definir su conducción. Es que el fantasma de Zurich -la intervención- se hizo realidad al mismo tiempo que sus cimientos se desintegraban. Llegó la intervención para normalizar una asociación que tiene un anticuerpo asombroso para que Grondona no desaparezca del todo.
Ganó quien supo manejar las herramientas que Don Julio puso a disposición y que explica porqué nadie, aunque se llame Marcelo Tinelli, puede entrar por la ventana del edificio. Fue Claudio Tapia quien aglutinó al Ascenso, porción del fútbol argentino que Grondona sembró con capacidad de voto sostenerse durante 34 años. Le tendió una mano al Interior para construir el espacio de poder de igual a igual y sumó la fracción necesaria de Primera, a la que le dan la espalda los grandes y medianos de la elite.
Será el presidente de la AFA con el modesto Barracas Central como trampolín y le dio a Boca una presidencia después de que su titular, Daniel Angelici, entendiera que sería imposible derrotarlo. Ese mismo mensaje le transmitió a Mauricio Macri, quien tampoco pudo correrlo de escena. River, en cambio, no estará en la toma de las decisiones porque no logró -o no quiso- acercar posiciones. Igual que Grondona, no necesitó una disputa en urnas para ser presidente. Tapia, acaso, es el verdadero sucesor de Don Julio.
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