Una década después el hombre de 31 años volvió. No es el mismo pero está igual. El entrenador brasileño Carlos Alberto Parreira lo definió en su paso por el Corinthians, como "la cara del suburbio". La empatía que provoca Carlos Tevez con los hinchas de Boca le hace honor a aquellas palabras que trascienden al fútbol y que lo muestran como un protagonista muy cercano a la gente.
   Hace ya varios años le preguntaron a Diego Maradona que eligiera entre Carlos Tevez y Juan Román Riquelme. Por aquellos días, Riquelme aún no se había distanciado de Maradona, como finalmente ocurrió en 2009, a un año del arranque del Mundial.

   Y Diego sin revelar dudas, eligió a Tevez. "Por la villa, porque es villero como yo", dijo sin apelar a grandes explicaciones ni análisis. Esa elección de Tevez también la trasladó Diego a Sudáfrica 2010 cuando como técnico de Argentina prefirió al muchacho de Fuerte Apache relegando al banco de suplentes al Kun Agüero, quien era la pareja de su hija Gianinna y el padre de Benjamín. Maradona, sin embargo, se quedó con Tevez y postergó a Agüero.

   Esa caracterización de Tevez como el "villero" que nunca dejó de serlo más allá del poder del dinero que el Papa argentino Francisco definió en los últimos días como "el estiércol del diablo", le permitió instalarse en la agenda del fútbol argentino como el jugador que reivindica en público y en privado a los sectores más postergados de la sociedad.

   El regreso de Tevez a Boca a los 31 años excede a cualquier otro regreso. Incluido al de Maradona a Boca en el segundo semestre de 1995. O al de Enzo Francescoli a River en 1994. O al de Juan Sebastián Verón a Estudiantes en el 2006, por citar a tres notables.  ¿En qué los excede? En los significantes simbólicos que encierra la figura de Tevez.

   Esa sintonía fina que comunica a Tevez con los hinchas de mayor o menor nivel adquisitivo trasciende el marco de las fidelidades futbolísticas. Porque pone en juego otras cosas Tevez cuando construye complicidades en un puñado de palabras que él no desconoce que van a provocar un efecto especial.

   Quizás porque es la cara del suburbio, como lo proclamó el entrenador Carlos Alberto Parreira (conductor del scracht campeón del mundo en Estados Unidos 94), cuando Tevez actuaba en el Corinthians: "Carlos refleja la cara del Corinthians, que es la cara del suburbio". Parreira hacía directa referencia al suburbio de San Pablo, la auténtica ciudad de la furia que se denomina el Gran San Pablo, habitado por 20 millones de brasileños.

   Ese suburbio reivindicado parece encontrar en Tevez a un protagonista angelizado por el fútbol. Así lo vio Roberto Rivelino, una bandera estimadísima del Corinthians y un integrante de aquel maravilloso Brasil 70, cuando en diciembre de 2005 el Timao salió campeón del Brasileirao: "Tevez es técnica y garra, alegría y corazón". En esas pocas palabras, el zurdo Rivelino tan admirado desde siempre por Maradona, resumió la alquimia entre el juego y el carácter. Y entre la pelota y la dimensión desconocida del deseo.

   Tevez expresa esa combinación siempre tan reclamada por el sentimiento boquense. Y hasta en algunos casos sobreactúa en esa dirección, constituyendo el personaje perfecto que interpreta como "el jugador del pueblo". No es ingenuo Tevez. Sabe cultivar pasiones, incluso con algunos gestos, como por ejemplo, con ese aletear de los brazos simulando a una gallina cuando le convirtió aquel gol a River en el Monumental, por la semifinal de la Copa Libertadores en 2004 que clasificó a Boca.

   Ese pibe que tiene carisma y que además lo aprovecha, cosechó títulos de todos los tamaños y colores en Brasil, Inglaterra e Italia. Y fue producto de las más variadas comparaciones. Hasta se lo comparó con la magia inigualable de Maradona. Y fue Daniel Passarella, quien hace algunos años en TyC Sports, puso las cosas en su lugar: "Ni Messi ni Agüero son Maradona. Recuerdo que a Tevez hace un tiempo también lo compararon con Diego. Pero Carlitos tampoco es Maradona".

   No lo es, no lo fue, ni estuvo cerca. Pero brilla como pocos en ese escenario virtual y real de La Bombonera. Porque conecta. Porque despierta empatía. Porque es capaz de comunicar algo valioso y sensible sin decir nada. En esa síntesis tan abstracta y tan visible, creen todos los hinchas de Boca.

   Esa cara del suburbio atrapó en la noche festiva del pasado lunes en el templo xeneize, la urgencia del gran encuentro. El y todos los demás. El y la sonrisa edulcorada de Daniel Angelici, pensando en las próximas elecciones de diciembre, aunque hoy afirme que no sabe que va a hacer.

   Ahora Tevez tiene que jugar. Como viene jugando desde los silencios y los gritos que siempre abrazaron a Fuerte Apache. Aquel territorio que lo forjó en el amanecer y en el crepúsculo.   


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