Hace ocho meses Carlos Tevez se fue de Boca por la puerta del fondo para jugar en la liga de China. Le fue decididamente mal. Jugó muy poco, recibió duras críticas, rindió en un nivel muy discreto y por estos días está alentando un nuevo regreso, invocando que lo haría "por los hinchas". El mensaje no suena creíble. Y exhala el típico perfume de la demagogia tribunera. Aquel Carlitos de antes no es el mismo de ahora.

Se fue sin despedirse y en puntas de pie y quiere volver como si su presencia hoy fuese muy reclamada por los hinchas de Boca. La realidad es que Carlos Tevez advirtió que ya cumplió su ciclo en China, aunque todavía le falte completar 16 meses de contrato en el Shangai Shenhua por una suma total de 84 millones de dólares.

El fracaso estruendoso que protagonizó (jugó apenas 11 partidos y convirtió 2 goles) en el gigante asiático es la causa fundamental de su regreso deseado al fútbol argentino. Tevez, un sinuoso declarante siempre capturado por la demagogia, planteó en los últimos días y en pocas palabras la necesidad de volver, aunque existan interpretaciones en contrario para protegerlo. “Si vuelvo a Boca es por el hincha. Es una de las cosas que me motiva. Quiero volver a sentir eso”, comentó la semana pasada a un programa radial.

No es nuevo que Tevez sabe jugar afuera de la cancha. Porque si la ocasión lo permite no duda en vender humo. En ir y venir con las palabras. Esos amagues sobre la misma marcha de los acontecimientos también forman parte de su repertorio. O de su forma de comunicar.

Acá, lo que hay sobre la mesa, es un Tevez oportunista. Cuando partió hacia China en el arranque de 2017, señaló casi al borde del avión: “No estaba con la cabeza para continuar en el club. Era demasiada la presión. No podía ni salir a la calle con mi familia o a comer tranquilo a un restaurante. Me sentía desbordado. En Europa, en cambio, esto no ocurre”.

No encontró Tevez adhesiones a su postura. Ni dentro ni fuera del ámbito de Boca, más allá de la comprensión que le hizo llegar Diego Maradona desde Dubai. Lo evidente es que no se animó a decir públicamente lo que sin dudas lo empujaba a emigrar, que eran los millones de dólares prometidos en una plaza futbolística sin ningún relieve ni exigencia.

La tentación de jugar unos partiditos irrelevantes en la liga experimental de China y recibir a cambio 42 millones de dólares por año, fue irresistible. Para Tevez y quizás para cualquiera. El tema es que el hombre de Fuerte Apache intentó construir otro escenario. Un escenario en que invocó privilegiar la calidad de vida. Y la necesidad de despojarse de distintas presiones. Por eso dijo que se iba. Y partió.

Pero no fue así como pretendió explicarlo Tevez. Por otra parte su experiencia en el Shangai Shengua se llevó un aplazo. Y fue cosechando en pocos meses resistencias insalvables. Muchas lesiones, muchas ausencias a la hora de jugar, muchas justificaciones y muy pocos aciertos para un crack que había llegado para jugar de crack. Y no lo hizo.

Mirando sin instalar una lectura indulgente tan habitual en el ambiente del fútbol argentino se ve con absoluta claridad que Tevez fue a China casi en plan de vacaciones. Y el plan le salió mal. Porque quedó al desnudo rápidamente su estrategia para llevarse todo dando muy poco.

Carlos Tevez optimizada

Ahora, después de huir de Boca y querer volver a Boca en enero de 2018 (hay una cláusula que le permite rescindir) con la zanahoria de ganar la séptima Copa Libertadores para igualar a Independiente, puede soñar con cerrar la película del regreso siempre anunciado.

Pero todos los regresos no son iguales, dejando de lado si pueden ser mejores o peores. Todos son distintos. Porque son distintas las circunstancias, los contextos, los climas de época, los compañeros, las aprobaciones, los rechazos, los adversarios y las fortalezas y debilidades propias.

Las necesidades actuales de Tevez quizás son muy diferentes a las necesidades actuales de Boca. Y esto también estará en juego a la hora de las decisiones. Tevez quiere ir y venir cuando él lo considere oportuno. Pero hay algo que vale la pena considerar: no es Maradona. Ni tampoco Riquelme. Y hasta ellos en el ocaso encontraron dificultades objetivas para imponer condiciones.

Tevez tiene 33 años. Ya dejó de ser aquel Carlitos al que se le concedía casi todo. Ahora lo miden hasta los genuinos hinchas de Boca. Y no son pocos los que lo miden mal. Aunque esto no signifique nada en particular. Pero lo que no se puede hacer es ocultarlo.

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