Con el trajín diario, la Casa Simón Dubnow puede confundirse con un edificio más de oficinas céntricas. Sobre la calle Ayacucho, a metros de Lavalle, funciona un centro que resguarda la memoria del pueblo judío en discos rígidos y estantes. Un espacio que carga sobre sí con la ardua tarea de conservar la historia para la posteridad. Mientras afuera hay calles cortadas por un nuevo aniversario del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y el silbato de un agente de tránsito intenta ordenar el paso de autos, adentro el ruido constante del láser que “copia” hojas rompe con un silencio de biblioteca.
Es que en la Fundación IWO hay un trabajo minucioso que comenzó el 18 de julio de 1994: la digitalización y archivo de todos los documentos que pudieron rescatar de entre los escombros que dejó el atentado terrorista. La entidad funcionó hasta ese día entre el tercero y el cuarto piso de la sede.
“Yo sentía que estaba impidiendo que se destruyera lo que habían querido destruir: la cultura, la memoria, la historia, las tradiciones”, cuenta Ester Szwarc, Directora académica y docente, en diálogo con POPULAR. Con un dolor inmenso por todo lo que veía, aquél día pensó que su forma de ayudar era con el rescate de los archivos que atestiguan la historia de los primeros inmigrantes judíos que llegaron país. El miércoles, la profesora de Lengua y Literatura Francesa e ídish convocó a alumnos de varias escuelas en las que trabajaba. Dos días después formó una cadena telefónica, pero también humana en la sede de la mutual. Hubo 800 voluntarios repartidos en distintos días y espacios en donde se llevaron los documentos para ser resguardados. Diversas fundaciones y camiones colaboraron durante seis meses.
“Entramos por atrás, que había una pared de hormigón crudo que daba al auditorio del IWO”, rememora sobre los primeros pasos dentro del lugar que había quedado destruido. Allí, entre trozos de mampostería, había máquinas de escribir, objetos que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial, decenas de libros y un reloj paralizó sus agujas a las 9.53.
“Ese viernes empezamos a las dos de la mañana hasta las diez de la noche. Se mandó todo a un local en Villa Crespo, en Scalabrini Ortíz y Corrientes, que nos prestaron para guardar todo”, relata el director Abraham Lichtenbaum. “Es una tarea que sigue hasta hoy”, agrega.
El trabajo arduo llevó a salvar a 60.000 libros y a una incontable cantidad de material documental, como entradas a teatros, fotografías, pasajes, diarios, revistas, que se encuentra en el segundo piso de la entidad. “Es un espacio de consulta. Acá llegan historiadores, filósofos, gente que busca su identidad y también gente que nos trae donaciones, como cuadros antiguos”, detalla Ezequiel Semo, bibliotecario, referencista y responsable de donaciones de materiales.
En la Fundación IWO, a la vez, se digitaliza todo hace más de cinco años. Por mes, se logran 80 GB de información que puede ser consultada en la web. “Hay material que llega deteriorado. Por eso nosotros lo escaneamos en una alta calidad, lo que hace al archivo más pesado para ser archivado”, precisa Ernesto, integrante del equipo de digitalización.
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