El 9 de enero de 2014, un rayo que cayó en la zona de carpas, en el Balneario Afrika, mató a cuatro adolescentes. Era una tarde nublada, en la que empezaba a llover, pero sin indicios de una tormenta eléctrica.
El 9 de enero de 2014 había amanecido soleado en Villa Gesell. Mucha gente aprovechó la mañana para disfrutar de la playa pero, como es costumbre en esa ciudad, un gran número de turistas al mediodía regresó a almorzar a sus domicilios.

Para entonces las nubes grises, llegando desde el oeste, empezaron a cubrir el cielo, amenazando con algún chaparrón de verano. Para las 16, en las playas estaban los que se habían quedado del primer turno y los que, pese a la ausencia del sol, decidieron regresar para "aprovechar el día mientras dure".

Unos minutos más tarde, cuando empezaron a caer unas gotas, los empleados de los balnearios iniciaron la rutina de "armar las carpas", como llaman a la actividad de volver a ordenar las ubicaciones que van quedando desocupadas. Algunos turistas seguían en el mar, otros empezaron a levantar campamento, mientras que otros eligieron guarecerse de la lluvia bajo el techo del alguna carpa "a esperar que pasara". A lo lejos se veían algunos relámpagos pero ninguno de ellos era acompañado por truenos, lo que sugiere que la tormenta eléctrica está muy lejos de la zona.

Unos minutos antes de las 17, en el Balneario Afrika ubicado a la altura del Paseo 124, el cielo se iluminó con un color blanco brillante y un estruendo impresionante sacudió la playa. Ismael Beckford, encargado de la asistencia de carpas del Balneario Dalí, lindero a la izquierda de Afrika, fue testigo presencial de la tragedia que marcó un antes y un después en la historia de los veranos argentinos.

"Estaba acomodando algunas carpas -contó Ismael a Diario Popular- cuando de repente las nubes negras se pusieron blancas y se sintió una explosión terribles. El suelo se sacudió. Yo me tiré al suelo o me caí, no lo recuerdo bien. No entendía nada. Tardé varios segundos en darme cuenta qué era lo que había pasado".

Un rayo había tocado la arena del Balneario Afrika a la altura de la carpa 5, una de las que mira al mar, sobre el sector izquierdo del complejo. Alrededor de esa zona había quedado un tendal de personas desparramadas por el suelo; la mayoría aturdidas pero un grupo de jóvenes, seriamente heridos.

Ismael, junto con Pedro (carpero de Afrika) y el guardavidas de Dalí Agustín, fueron algunos de los que participaron de la desesperada asistencia de las víctimas. "El panorama era aterrador -relata Ismael- un montón de chicos llorando pidiendo por sus padres, gente desvanecida y el temor, bajo la lluvia, de que pudiera volver a caer otro rayo".

Agustín, a la par de otros guardavidas, le practicó a los más graves los primeros auxilios con las tradicionales maniobras manuales de resucitación, mientras empezaban a llegar las primeras ambulancias.

Gabriel Rodríguez, de 20 años, de Henderson; Nicolás Ellena (19) de 9 de julio y Agustín Irustia (17), de San Luis, fallecieron en el acto. Priscila Ochoa (16) y su hermana Salma (10), amigas de Irustia y también residentes en San Luis, fueron asistidas en un primer momento por sus padres; la mamá logró hacer reaccionar a Salma, pero el padre no pudo hacer lo mismo con Priscila quien fue trasladada de urgencia al hospital donde falleció al día siguiente. Salma, derivada más tarde a Mar del Plata, salvó su vida. Los mismo pasó con el resto de los 20 heridos que fueron atendidos en la guardia del hospital de Villa Gesell, en una jornada signada por la incertidumbre y el ulular incesante de las sirenas de las ambulancias.

"No había tormenta eléctrica -recuerda Ismael- el cielo se había puesto bastante gris y había empezado a llover, pero el panorama no era el de otras tormentas en las que se les recomienda a la gente salir del mar".


En el verano de 2014 hubo varios episodios

La tragedia del 9 de enero de Villa Gesell, a causa del rayo que mató a cuatro adolescentes, tuvo, en ese mismo verano de 2014, otros episodios que llamaron la atención y sentaron un precedente.

Hasta entonces, a las tormentas eléctricas en la paya, se les tenía un respeto relativo.

La mayor recomendación pasaba por el grito de los padres a sus hijos para que salieran del mar; es decir que, la idea general, pasaba por evitar estar mojado o adentro del agua, para evitar los riesgos de la caída de un rayo.

Algo que quedó totalmente desacreditado con el rayo fatal que mató a los jóvenes que se protegían debajo de una carpa de madera y lona.

Unos días después, el 18 de enero, otros dos rayos cayeron en Mar del Plata.

Fue en una de las playas Alfar y Waikiki (cerca del faro), entre las 17.45 y las 18. En este caso, se registraron cuatro personas heridas que no revistieron mayor gravedad.

Luego, el 23 de enero, otra vez en Villa Gesell, un rayo destruyó la vivienda de una mujer ubicada en las calles 132 y 8. Tampoco hubo que lamentar víctimas fatales.

Además, el 5 de febrero, y a apenas ocho cuadras de distancia del Balneario Afrika, una nueva descarga eléctrica tocó tierra en la antena parabólica de la agencia de Lotería ubicada en Avenida 3 y 128.

El rato afectó todas las instalaciones eléctricas del local y de los negocios cercanos.

No había pasado un mes de la tragedia en la playa y, las tormentas eléctricas, instalaban su reinado de temor que impulsó a los municipios de toda la franja costera al anuncio de la instalación de pararrayos (tarea que no se efectuó) y, además, a la creación de una nueva bandera precautoria en las playas: la negra cruzada por un rayo que, además de prohibición de baño indica la recomendación de abandonar la playa.


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