Claudio es artesano. Igual que Santiago Maldonado. Está parado a dos cuadras de Plaza de Mayo y, desde que se enteró de lo que pasó, no deja de hacerse preguntas. Está en el Frente de Artesanos y Artistas en lucha.
"Estamos muy desprotegidos porque vamos caminando solos y estamos lejos de la familia", se angustia mientras mantiene el cartel sobre el hombro. Claudio es grandote y tiene barba. Una vez, en San Juan, la Policía lo detuvo, le sacó el paño y se quedó con todo sus trabajos. Claudio estaba junto a su compañera, lo habían amenazado.
"Me quedó grabado que un viejo me decía que no peleen, que así desaparecen", recuerda, mientras se le escapa una sonrisa irónica. Además de detenerlo y sacarle el paño, la Policía lo desnudó y le pegó. Entre cinco le pegaron. "Mis compañeros se enteraron e hicieron un escrache. Por suerte estamos organizados", dice.
Es temprano. Todavía no son las cuatro de la tarde y falta más de una hora para que comience el acto. Ella está ahí, con el cartel del barbudo Maldonado en sus manos. Entre miles de chicos que no cuentan un tercio de sus 72 años, se mueve con su coqueto saquito beige, sus anteojos rosados y muestra la foto.
“Vine sola. De Villa Luro, me tomé el 8 y acá estoy”, cuenta. Está parada, con la mirada al frente, habla fuerte como si tuviera ganas de que la escuchen, de hacerse notar y, sobre todo, de que alguien le responda sobre Santiago. A Catalina no le gusta el Presidente. Dice que está “harta” de que le mientan y que todo está peor. Está enfurecida, cansada.
Mira a los de la Garganta Poderosa que están a diez metros. “Yo no soy política, soy abuela y madre”, dice. Algo la obligó a salir: “Mis hijos no podían venir. Están con los gemelos y se complicaba”.
Saluda. Hace diez metros y vuelve. “Perdón, no te respondí. Estoy acá porque esto no puede volver a pasar”.
Se pasan el mate como si fuese un ritual que repiten hasta el hartazgo. Son dos. Están en la Plaza de Mayo, frente al Cabildo. Natalia y Delia dicen que son “ponele, tía y sobrina, ponele”.
"Los que tenemos un poco más de 50 años tenemos la sensación de que la historia se repite y no queremos que se repita", dice Delia. Y no deja hablar. Dice una palabra más rápido que la otra. "Es indignante, es preocupante que esto pase con un chico", lanza y mira a su “ponele, tía”.
Delia sigue la charla, se pone las manos en los bolsillos del buzo y, cuando escucha la pregunta sobre si hay comparación, frena, se enoja y arremete: “Hay gente que en las redes sociales dice que siempre hay desapariciones, Julio López y demás. Y es verdad. Pero esto es incomparable”.
Vestidas de blanco, con sus delantales. Autoconvocadas. En la foto son cuatro, pero sólo hablan Virna, Noelia y María José. Están todas a metros del centro de la Plaza.
Las tres tienen recorridos distintos. Es la segunda marcha en la vida de María José. La primera fue en marzo de este año. Fue contra el 2x1 a los genocidas. También fue a favor de los derechos humanos. "Me da miedo que vuelva a pasar lo mismo que hace 40 años", dice en voz alta. Y se frena. No esgrime más palabras que las necesarias.
Virna y Noelia tienen otro recorrido. Y quieren ser transformadoras.
"En la escuela no se hablaba de política, y con mis padres tampoco hablaba mucho de este tema", suelta Noelia, convencida. Por alguna razón de la última década, el pensamiento político germinó en ella. “Quiero cambiar la realidad”, dice.
Las chicas se miran entre sí en algunas respuestas. No buscan aprobación en lo más mínimo. Saben que ya se conocen. Y conocen su recorrido. Virna habla con la prosa de una mujer que fue a varias marchas en su vida. Habla de dignidad, compañeros, transformación y movilización. Sus padres le inculcaron eso, según ella.
"Me decidí a la educación porque puede transformar", asegura, orgullosa.
Cada una con sus diferencias, las tres chicas están en la Plaza. La novata -por así decirlo-, la que empezó a hacerlo seguido y la experta. Ninguna de las tres se miró entre si y se preguntó si en algún momento salió a la calle por otro tema. Ellas estuvieron ahí por Santiago. Ellas y tantos otros.