La temperatura superó los 30 grados y se vivió otra jornada apta para la playa y el mar. Pero sólo hasta las 16.30, cuando el viento cambió y los nubarrones del Sur desataron una tormenta.

El rompecabezas del día ideal en La Feliz, sigue sin poder armarse. Cuando hay sol está fresco, cuando no está fresco hay viento, si se pone lindo cae un chaparrón, si hace calor se nubla. Y, a veces, todo eso ocurre en la misma jornada.

Si bien es cierto que la gente no se queja (hasta ahora casi todos los días de enero fueron aptos para ir a la playa y disfrutar a pleno), todavía no hubo una jornada completa, de esas con más de 30 grados, sol a pleno y poco viento.

Ayer volvió el calor; después de una semana en la que el termómetro apenas arañó los 25 grados pese a que el sol fue amo y señor del paisaje, la máxima volvió a alcanzar los 30 grados y el aire caliente, montado sobre el viento que por la mañana sopló muy fuerte desde el norte, retempló la ciudad y calentó el ambiente. Pero, en cambio, el sol tuvo sus ratos de franco. Se asomó con ganas a la mañana y se ocultó tras densos nubarrones sobre el mediodía y buena parte de la tarde. Sin embargo, allá por las 15, se podía advertir desde el sur un frente de nubes muy oscuras que amenazaban con llegar a las patadas contra los planes playeros.

Una vieja miró el cielo de lado a lado y predijo con acento campero: 'norte claro, sur oscuro, aguacero seguro'. Para entonces el viento ya soplaba desde tierra (del oeste), lo que le permitió a la señora incrementar sus conocimientos populares para advertir sobre la inminencia de la tormenta. 'En cuanto cambie el viento se viene todo abajo', agregó. Y acertó. Lo mismo que Claudio, que desde sus oficinas en Avellaneda le advirtió a Pablo, vía celular, que se venía un diluvio, y también acertó, pese a que los pronósticos avisaban que las lluvias iban a llegar recién por la noche a la costa marplatense.

La amenaza del cielo encapotado se cumplió. Unos minutos después de las 16.30 y avanzado a pie firme desde el sur, la tormenta empezó a echar a los baldazos a la gente; primero del mar y, enseguida, de cualquier sector de la playa. 'Es una tormenta de verano', le dijo Cristian a Nacho, dos amigos que quisieron aguantar el temporal bajo una sombrilla pero tuvieron que rendirse y retirarse hechos sopa.

Pese a ese marco, el viernes logró inscribirse entre 'otro de los días de playa' de lo que va del año. Al menos hasta esa hora de la tarde. Antes de eso, y con los recaudos del caso (lonas y sombrillas para repararse del viento y protector solar para filtrar los rayos más dañinos del sol que son los que atraviesan las nubes) se pudo pasar un día casi fantástico. Porque si bien el viento en algún momento tuvo ráfagas superiores a los 30 kilómetros por hora, su condición cálida no generaba mayores contratiempos para los amantes del aire libre.

Un dato a tener en cuenta, sobre todos para aquellos prejuiciosos que no se acercan al mar por temor a encontrarlo frío (y darlo por hecho): la temperatura del agua, por estos días, está muy templada. Algo que pudieron comprobar varios bañistas y no sólo ayer, ya el jueves, cuando la temperatura no llegó a los 22 grados, zambullirse entre las olas generó un momento muy agradable. 'Está muy buena, calentita, yo me quedo acá adentro un rato -le dijo Fernando a María Laura que no se animaba a meterse al mar- vas a ver que no te da frío'. Y así fue. Incluso, como hubo mucho sol, tampoco fue muy grave el momento de salir y bancar la brisa fresca.

Ayer (hasta el chaparrón) pasó lo mismo, con el agregado de que la temperatura ambiente invitó a muchas más personas a animarse a la zambullida. En ese sector aparecen los que entran a toda velocidad para evitar arrepentimientos, los que lo hacen de a poco buscando aclimatar las distintas partes del cuerpo, y los que sólo se mojan las rodillas. También aparecen las señoras mayores que se sientan cerca de la orilla con cara de 'feliz cumpleaños' y que nos hacen imaginar que ese rostro placentero no pasa sólo por el hecho de refrescarse... claro que esta situación no es propiedad privada de las señoras. El llamado de la naturaleza para disfrutar del mar, donde nos sentimos más libres que en ninguna otra parte, es universal.

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