La familia de la mascota hizo la denuncia, intervino la policía y hasta la Justicia. La semana que viene habrá “negociación” con un fiscal. Piden que lo rescaten porque lo dejan a la intemperie y lo patean cuando se queja.
El loro Pancho tiene 16 años, y desde bebé habita con su familia adoptiva una casa en la localidad de Villa Bosch. En su barrio es famoso porque habla, canta y baila. “Para nosotros es un integrante más de la familia”, dice su “mamá” Mirta Cordera. El problema comenzó el 7 de mayo pasado, cuando el animal estaba en el patio tomando sol en su jaula, y alguien lo secuestró. A la semana lo escucharon “hablar” a pocos metros de la vivienda, en una casa vecina. Efectivamente, el loro estaba
en poder de otra familia de la zona, que no quiere devolverlo.

El caso fue denunciado a la policía y también a la justicia. De hecho, el próximo miércoles habrá una negociación en una fiscalía. “Tenemos miedo de que le hagan algo. Lo tienen afuera, con frío, y cuando Pancho grita porque se queja le patean la jaula”, cuenta la mujer.

En diálogo con Diario Popular, Mirta relató que “la situación genera mucha impotencia, porque las personas que lo tienen secuestrado reconocen que es nuestro Pancho, pero se niegan a devolverlo, y la verdad es que desde que lo tienen en cautiverio se la pasa gritando nuestros nombres, sin que podamos hacer nada”, precisando que “al fiscal Velazco le dijimos que ordene sacarlo de esa casa, donde le hacen daño, y que lo tenga bajo cuidado hasta que decida con quién se queda”.

La historia tiene su origen la citada fecha, cuando Pancho, según contó Mirta, “estaba afuera al solcito, en su jaula, cuando escuché que gritó fuerte, pero cuando salí ya no estaba, alguien había entrado a mi casa y se lo llevó”. En principio, no tenían claro que el loro había sido robado. “Creímos que se lo había comido un gato. Pero era raro, porque la jaula estaba cerrada. Fueron días de luto. Una de mis hijas hasta le escribió un poema. Estuvimos muy mal, de luto. Pancho es como un hijo más. Así pasó una semana”, relata la mujer.

Pero el 14 de mayo ocurrió lo impensado. “Escuchamos la voz de Pancho, no tan lejos de casa. Era él, diciendo nuestros nombres. El sabe los nombres de todos nosotros. A mí me dice mami o Mirta. Es impresionante. Supimos que era nuestro Pancho, sin dudas, y lo buscamos por la manzana. Descubrimos que estaba en una casa a la vuelta de mi casa, con otra familia. Ahí  mpezó  la pesadilla, porque esta gente nos dijo que lo habían comprado. Luego reconocieron que era nuestro, pero se niegan a entregarlo. Nos pidieron plata. Yo trabajo, soy enfermera. Somos trabajadores. Entonces hicimos la denuncia a la policía, que intervino, pero no pudieron hacer nada. Les pedían orden de allanamiento de la justicia”, precisa la mujer.

“Primero nos dijeron que habían pagado 150 pesos por Pancho, y 250 por la jaula. Después, cuando conseguí la plata, me salieron con que se había encariña do el nene. Mis hijos le suplicaron que lo devuelva. Todos mis hijos crecieron con Pancho. Tengo una hija de 19 años, y el loro está en casa desde que ella tiene 3. No hay caso. La segunda vez que fuimos a buscarlo, o pedirles que lo entreguen, nos insultaron con atrocidades. Ahora el fiscal quiere que vayamos a una negociación. Necesito que Pancho sea retirado de ese lugar, porque lo maltratan. Lo tienen bajo el frío y le patean la jaula. Es desesperante”, dice Mirta.

“Nos grita desde lejos, pide ayuda”

“Es muy duro todo esto. Amamos a Pancho. Y desde más de un mes que grita nuestros nombres, nos llama, y nosotros no podemos hacer nada. Grita Ale o Karen, que son mis hijas. O me llama a mí, dice Mirta o mami. También a mi marido, a quien le dice papi o Simón. Lo peor es cuando se acuerda de Gregorio, que era mi suegro, ya fallecido, que lo adoraba. Grita su nombre, pide ayuda. Cuando fuimos a la comisaría conversar con el jefe de la seccional, nos dio un poco de vergüenza, pero afortunadamente la policía entendió que Pancho es parte de nuestra vida, y estamos sufriendo muchísimo porque la pasa mal, por los maltratos y porque no está en su hogar”, explica Mirta.

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