La única hija del maestro Osvaldo Pugliese atesora la herencia musical legada por su padre, quien también le dejó marcado a fuego en su sentir el valor profundo de las convicciones y el respeto por los que piensan distinto.
El piano suena armónico y vibrante en el estudio dispuesto en una de las dependencias de su casa en Olivos. Allí Beba, la hija del gran compositor Osvaldo Pugliese, ejecuta unos acordes tangueros con la misma plasticidad con que puede recrear a Bach o Beethoven.

Beba, en realidad Lucela Delma Pugliese, explica la música como una forma se sentir y de vivir, rasgo heredado de una familia unida por el pentagrama que marcó al fin y al cabo su destino, toda vez que sus tardes de juegos infantiles tenían como leit motiv las piezas que ensayaba su padre.

“Ya de chiquita me subía al taburete y en la medida que iba aprendiendo, papá tocaba algo y me preguntaba si me gustaba porque la música siempre estuvo presente en casa
”, aseguró a HISTORIAS DE VIDA, a poco de regresar de una presentación que hizo como pianista en Calabria, Italia.

Beba, madre de tres hijos -uno de ellos Osvaldo, ya fallecido- y abuela de cuatro nietos, recuerda que quizás el envión inicial de su carrera haya sido el día que a los 10 años, en una fiesta patria, tuvo que tocar al piano el Himno Nacional en la escuela de la calle Acha, porque la profesora de música, la señora de Soler, había faltado con parte de enferma.

De notable parecido físico con su padre, que murió el 26 de julio de 1995, Beba es cultora también del mismo sentido del humor que, afirmó, siempre reinó en su casa.

“Me acuerdo señaló- que para cuando tenía que jurar la bandera papá me decía que llegado el momento levantara mi brazo izquierdo y cerrara el puño, lo que generó la reacción de toda la familia que no había entendido que era una humorada”.

Pero también tiene grabada en la memoria el día en que previo a una elección y teniendo presentes las desventuras políticas de su padre, le dijo a Pugliese “mirá si voy a votar a los que siempre te meten en cana; voto a los comunistas y listo”.

“El legado de mi Viejo es ése: sus convicciones y su coherencia”, destacó, y por esa razón, aseveró, “es cierto, soy la hija de Osvaldo Pugliese, un grande, pero yo lo sigo extrañando como padre”.

El mismo amor expresa Beba para con su madre, “Chola” Ruffino, pilar de esa familia feliz, sencilla y unida que arrancaba el día a las 9 de la mañana con Pugliese tocando las escalas de música clásica para después pasar al ensayo tanguero.

Hoy Beba, además de realizar giras y presentaciones también enseña perfeccionamiento de piano, rubro en el que se formó con maestros de la talla de Pedro Rubione, Berta Sujovolsky y Vicente Scaramuzza.

Un libro en clave de sol


En 1978 hizo su primera presentación junto a su padre y a partir de allí se dedicó al tango y formó una orquesta con la que actuó en todo el país e hizo giras por América, Europa y dos veces a Japón. Si algo le faltaba a Beba era el rol de escritora, que completó cuando escribió hace dos años el libro “Osvaldo Pugliese. Testimonio de una vida”, donde presenta a su padre tal como era.

Para Beba hay temas de su padre que “me pueden”, asegura, como Recuerdos, Mal de Amores o Mala Junta porque “en esos temas lo siento al Viejo”. Y aunque sigue hablando vivaz y alegre, mentalmente vuelve al piano, atraída por esa magia que le nace desde el alma, como ese otro gran clásico de su ilustre padre que también la conmueve.

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