Nació en una familia humilde en Nogoyá, donde pasó necesidades, y desde chico estableció un sólido vínculo con la música que reavivó una vez que vio crecer la fábrica que montó de la nada en Córdoba.

Héctor mira la planta especializada en biotecnología que levantó de la nada hace veinte años en Córdoba y se siente obviamente satisfecho por lo logrado. Sin embargo, hay otras dos razones que lo hacen sentir más que bien: el quinto nieto que la semana pasada le regaló su hija Patricia y la actividad como cantante que despliega para despuntar un vicio con perfil de vocación que arrastra desde joven.

De hecho, el viernes pasado actuó en su Nogoyá natal en la fiesta del pueblo donde fue honrada la Virgen del Carmen, y allí volvió a sentir la energía que lo revitaliza tanto cuando sube al escenario, como cuando agasaja a sus amigos en la peña permanente montada en su propia casa.

Muy cerca del teatro de Nogoyá donde cantó, Héctor Laca vino al mundo hace 64 años, en el seno de una humilde familia de campo afincada en distrito Sauce. "Es cierto, no pasé hambre pero sí muchas veces me quedé con ganas de comer", sintetizó Héctor a HISTORIAS DE VIDA sobre aquellos días de pobreza.

En ese entonces, Laca se impuso un objetivo: hacer todo lo posible para tener una vida distinta y la primera opción que tomó fue la guitarra, con la cual estudió música y formó un conjunto para honrar en clave de sol al campo al que aún tanto ama .

"Conocí a mi señora de joven y nos casamos cuando yo tenía 23 y ella 18. Al poco tiempo me hizo ver que con la guitarra no íbamos a llegar muy lejos", contó el ahora empresario y cantante folklorista que asegura que su mujer y madre de sus dos hijos, Elena María, es su única socia.

Durante quince años se desempeñó en Salto Grande para después ir tentando suerte en distintos emprendimientos que lo llevaron a Bahía Blanca, Tucumán y Córdoba, donde se afincó para levantar con 2.500 dólares prestados la empresa de agroquímicos amigables con el medio ambiente que le dio desahogo económico después de tanto bregar.

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Héctor reconoce en su evolución económica un hito que operó durante su estancia en Tucumán, cuando invitado por un conocido participó de un retiro espiritual de tres días. "Me cambió la vida porque me reencontré con Dios y conmigo, a la vez que me mostró muchas cosas, como que la plata sola, por ejemplo, en la que yo pensaba tanto -apuntó- no sirve".

Desde ese momento, Héctor hizo hincapié en ayudar a los que realmente necesitaban y dar trabajo. "La empresa -contó- creció mucho, me propuse tener la fábrica más grande del país y ahora planeo crear una planta gemela en China", donde incluso cautivó a los hombres de negocios que trató cantando con guitarra.

Si algo celebra Héctor es que en este momento, como su hijo Hugo se hace cargo de la empresa, tiene más tiempo para dedicarse a la música y a lo que tanto le gusta, la guitarra, a la que retomó cuando le dio plenas garantías a su mujer que el sustento familiar estaba garantizado.

En el medio, como si le faltara actividad, se dedica a dar charlas de liderazgo en las que el concepto que impone es que "liderar no es dar órdenes sino dar el ejemplo".

"No quisiera morirme sin crear en mi planta un producto que suplante a todo lo que es nocivo en el campo", confesó Héctor, el empresario exitoso que disfruta como cantante y no se olvida de los necesitados. "Cómo me voy a olvidar -remata- si como Dios bien sabe, he sido uno de ellos".


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