Los chicos, y los adultos también, deben saber que Papá Noel necesita de colaboradores que le den una mano en la maravillosa tarea que tiene por delante cada Nochebuena. Isabel Rodríguez entendió esa necesidad y desde hace unos años asiste cada 24 de diciembre en ese reparto de felicidad y alegría al hombre de barba blanca y vestido de rojo, ataviada como tal y en un trineo por las calles de Bernal y Quilmes.
Cuando encara esa tarea sublime, como lo hará sin ir más lejos esta tarde entre las 15 y las 19, Isabel no habla y solo repite la risa gorda de Papa Noel entre los caramelos y dulces que entrega a los chicos que salen a su paso y los juguetes previamente acercados por los papás de los nenes que expectantes esperan su paso.
Lo que comenzó como una práctica familiar exclusiva para sus nietos, un día se convirtió en una manera concreta de plasmar felicidad en un mundo cada vez más dominado por la hostilidad, la injusticia y las carencias de todo tipo. Y así es que cada 24 de diciembre Isabel se calza el atuendo rojo, cubre su cara con barba postiza blanca y anteojos y se monta al trineo enganchado a una camioneta que la lleva en una recorrida gloriosa.
“Lo que más me gusta -afirmó Isabel de 68 años desmentidos por su contagiosa jovialidad- es ver las caritas de los chicos cuando me ven y de las preguntas que me hacen sobre cuántos años tengo o si le voy a dar el juguete que pidieron”.
Pero algo que la conmueve aún la experiencia acumulada en esta tarea que realiza desde hace casi ocho años son “los padres y abuelos que lloran emocionados cuando paso y que me hacen llorar a mí también”, tal como relata la Papá Noel de esta historia.
Es cierto que su familia mucho tuvo que ver en el rol que ha cobrado Isanoel, como la llaman en su Bernal natal, de donde nunca se fue. Freddy, su marido, aplica sus conocimientos como herrero para prepararle el trailer en el que va la silla y tres renos de hierro, uno de ellos aportado por una de sus colaboradoras-, tirado por una camioneta que algún amigo siempre ofrece.
Andrea y Valeria, dos de sus tres hijos -el otro es Gustavo- asisten en la preparación de las bolsitas con golosinas donadas por la delegación municipal de Bernal, comercios, una fábrica de la zona y vecinos, y también con el inflado de los globos que ornamentan el trineo y la camioneta.
El equipo suma a Analía Di Dío y las hermanas Candela y Lara Ozenick que ayudan a la organización del recorrido y al reparto de los juguetes porque como se recordará, Isabel en su rol navideño no emite palabra alguna para que no se den cuenta que es una versión femenina de Papá Noel.
“Me pasan cosas fuertes como cuando la gente se baja de los colectivos para ver qué es lo que está haciendo Papa Noel o la mujer que me dio 300 pesos porque dijo que quería ayudar con algo a la alegría que yo le daba a los chicos”, apuntó.
Para esta noche, Isabel ya tiene todo preparado. La cena de Nochebuena está lista desde ayer y la mesa navideña quedará armada desde esta mañana. También ya está listo el trailer-trineo que tendrá como última parada, como siempre, la puerta de su casa, donde entregará juguetes para sus vecinitos.
Y también como siempre recibirá el reproche de sus nietos Sofía, Matías y Mateo que le volverán a decir: “Abuela, otra vez estuvo papa Noel en la puerta de casa y vos te lo perdiste”. Así, Isabel buscará ya con sus ropas habituales una excusa tras haber cumplido como los superhéroes, otra misión casi secreta en su caso encaminada a hacer felices a los chicos y empapar de emoción a quienes hace ya tanto dejaron de serlos.
“Si mis nietos se ponían tan contentos cuando yo me disfrazaba de Papá Noel exclusivamente para ellos, por qué no iba a hacer lo mismo para otros chicos sintieran lo mismo” asevera Isabel, dueña de una infancia privilegiada en la que la figura de su padre, Mateo, cobra enorme dimensión.
“Tuve una infancia maravillosa en el marco de una familia hermosa” precisó quien hoy volverá a salir por los fondos de su casa hacia el taller de su marido ya vestida de rojo. Al reconocer una marcada carga genética común con su padre, Isabel se acuerda no sin emoción que “en época de carnavales papá me avisaba que estaba por llegar a casa para que fuera llenando los baldes de agua con los que íbamos a jugar a la calle”.
Don Mateo ya no está pero su hija valora todas las alegrías que le legó siendo niña y que con el tiempo se proyectaron a la familia que formó, cuyos miembros disfrutan a pleno de la luz que irradia Isabel.
Desde hace una semana, los negocios del barrio tienen en sus vidrieras una fotocopia que advierte que esta tarde se llevará a cabo la tradicional recorrida navideña con la cual Isabel reivindica el enorme significado que alcanza para ella la sonrisa de un chiquito.
Ese aporte a la felicidad por el que no cobra un solo peso cuando algunos encontraron en el ropaje rojo del gordo bonachón un pasaporte para el “rebusque” en el mes de la Navidad, es para Isabel un tema sagrado.
Defensora a ultranza de la inocencia infantil, esta mujer reconoce que hasta los 12 años era una convencida de la existencia del Santa Claus autóctono y de los Reyes Magos. Más aun cuando a esa edad en el crepúsculo de un 5 de enero vio junto a una amiga a los tres monarcas orientales bajar desde el cielo de Bernal.
“Fue algo increíble. Con mi amiga, que ahora vive en Carapachay, nos acordamos seguido de ese momento porque fue algo que vimos nítido y que obviamente, en un primer momento nos asustó mucho”, contó Isabel.
“Nadie nos creía cuando lo contamos exaltadas y nos fuimos a acostar enseguida para dormirnos y esperar que al levantarnos estuvieran nuestros regalos, convencidas como nunca que habían sido traídos por los Reyes”, rememoró Isabel quien a la increíble experiencia jamás le encontró explicación racional.