Hija de un capitán de ultramar y de una inmigrante francesa, no se cansa de impulsar iniciativas propias de una mujer emprendedora que sabe lo que es doblegar a la adversidad con lucha, esperanza y sacrificio.

Una vetusta sombrilla rejuvenecida a fuerza de color y funcionales parches cosidos a mano, fueron el disparador para que un año y medio atrás su hija Anabel le hiciera ver a Claudia que estaba en los umbrales de otro nuevo emprendimiento. Es que Claudia Iturralde ha sido impulsora y protagonista de iniciativas tan singulares como cruzar los Andes a lomo de mula, compartir experiencias solidarias con los pueblos originarios en el norte salteño, acompañar a su padre, capitán de ultramar, en travesías por mares embravecidos y hasta convertirse en quiosquera sin que ninguna de esas actividades la alejara de sus responsabilidades en el hogar.

A lo largo de los 56 años que lleva hasta aquí transitados esta mujer hizo de todo y vivió a pleno una vida intensa que, sin embargo, fue injusta cuando le hizo conocer la más impiadosa manifestación del dolor. Claudia es madre de cinco hijos y una de las tres nenas que tuvo con su ex esposo Rubén, Laurita, es desde hace quince años un ángel que desde planos más elevados la sigue contemplando con los repletos de color y serenidad heredados de su mamá.

Giselle, Anabel, Joan y Hugo, junto al nietito Joaquín,de 3 años, son el epicentro de su vida que incorporó una nueva posibilidad de desarrollo con la confección de paraguas personalizados, una idea que comenzó tras la reparación de la vieja sombrilla compañera de tantos veraneos en Miramar.

"Empecé pintando con distintos colores la lona y después le fuí cosiendo bolsillos para que sirvieran en el traslado de cosas hasta la playa y así surgió la idea de los paraguas personalizados cuya primer versión fue un regalo para Anabel que, justamente, acostumbraba a no usar paraguas", rememoró Claudia a HISTORIAS DE VIDA.

Cada paraguas transparente que compra a un proveedor se convierte en un bastidor sobre el que añade dibujos, mandalas, frases y poesías pedidas por los clientes o aportadas desde lo profundo de su inspiración, en una tarea que realiza en el living de su casa en Avellaneda, la sede de Burbujas Doradas, tal el nombre que le dio a su microemprendimiento explicitado por Facebook donde los potenciales clientes visualizan los modelos cuya particularidad es la de ser siempre únicos.

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Con mucha luz


Sin embargo, su foja de servicios le reconoce diversas actividades que incluyen haber trabajado en la administración de los campos de la familia Leloir, en la caja de laboratorios Elea y en el PAMI. También explotó quioscos en dos colegios en Avellaneda y hasta tuvo máquinas expendedoras de golosinas diseminadas por distintos establecimientos educativos.

'Llegué a hacer tres turnos en el quiosco y en los huecos entre uno y otro me encargaba de los pedidos, atendía mi casa y reponía las máquinas expendedoras' contó rodeada de los paraguas que tiene preparados para entregar, tras una paciente confección y muchas horas de búsqueda de los motivos solicitados para ser plasmados sobre el plástico.

La nueva actividad ya no impone tanto vértigo pero sí le exige el esmero de dar lo mejor para que los paraguas que pinta le permitan al futuro portador disfrutar del arte aplicado y lograr con la cobertura transparente dos cosas: ver la lluvia caer entre los dibujos y textos sin que moje y percibir como un ángel de ojos hermosos, aún bajo la precipitación más intensa, marca el derrotero hacia un día inundado de luz.

Un día, le "cortó el rostro" a Serrat

Claudia, que vive con su pareja, Julián, y sus dos hijos varones, Joan y Hugo, es una cultora de siempre de Joan Manuel Serrat, al punto que integra el club internacional de fans de genial cantautor catalán.

En 1996, Claudia y su ex marido le enviaron una carta a Serrat a Barcelona. "Una tarde, al poco tiempo, atendí el teléfono y al preguntar quien era me responden con voz firme "Joan Manuel Serrat". Pensé que me estaban cargando porque en esos días Rubén trabajaba en un lugar donde eran amigos de las bromas", recordó. Después de unos minutos de conversación en la que esperaba el remate de la chanza, Claudia escuchó los pulsos de la comunicación de larga distancia. Inquieta, se animó a preguntarle si era una broma y el catalán respondió: "No acostumbro a hacer esas cosas".

Tras pedir disculpas por la confusión, empezar de nuevo y cruzar risas entre Barcelona a Avellaneda, Claudia y Serrat extendieron la charla casi por 40 minutos.

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La biblioteca wichí heredó una bandera histórica

Claudia es fruto de una idílica historia de amor que sus padres empezaron a escribir en el puerto francés de El Havre, cuando por una avería en el buque que en esa ocasión capitaneaba, Hugo Iturralde conoció a René, una francesita que le ganó el corazón a tal punto que a los pocos meses se casaron en Argentina.

En ese contexto, el mundo de los barcos no fue ajeno para Claudia que acompañó a su padre en distintas travesía de cabotaje y ultramar, como la vez que estuvo a su lado cuando trajo desde Italia un buque hasta el puerto de Buenos Aires o la vez que en el Mar Argentino, rumbo al sur, una tempestad sacudió a la embarcación.

Don Hugo, que falleció en 1997, estuvo al frente del buque Cañadón Seco que durante el conflicto bélico con Malvinas transportaba al archipiélago el combustible para los aviones de combate que hicieron historia en esa guerra. Al término de las hostilidades en 1982, ya en tierra firme, Hugo le regaló a su hija la bandera argentina del buque.

Treinta y un años después, en el marco de campaña solidaria que su ex marido organizó en favor de los pueblos wichís, chorotes y chulupíes en Misión La Paz, en Salta y donde donaron miles de libros, Claudia decidió que el mejor lugar para que aquella bandera legada por su padre era la biblioteca de paredes de barro levantada en el lugar, por lo que allí quedó como estandarte.

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