Como integrante del equipo liderado por Juan Manuel Fangio, Henzo ayudó a escribir desde los boxes, en el autódromo de Nürburgring, una de las páginas de oro del automovilismo deportivo nacional
Henzo Comari tiene la sencillez propia de aquellos que realmente han hecho cosas importantes. De hecho, fue parte de una de las conquistas más extraordinarias de la historia del automovilismo deportivo nacional, conocida como la Misión Argentina que consagró al Torino 380 W en las míticas 84 Horas de Nürburgring.

Hoy, a los 77 años, Comari recuerda con precisión cada uno de los detalles de aquella hazaña registrada en agosto de 1969 y que lo tuvo como uno de los cinco mecánicos que integró el equipo liderado por Juan Manuel Fangio, cuyo objetivo era demostrar que la creación automovilística de Oreste Berta estaba en condiciones de competir con los Lancia, los Porche y los BMW.

En la memoria de Henzo todavía están grabadas las escenas del recibimiento que tuvo la delegación que había logrado imponer al Torino en aquel autódromo alemán de 250 curvas en el marco de la denominada Maratón de la Ruta.

También atesora en el arcón del alma destinado a los recuerdos sus inicios, cuando siendo un niño le ayudaba a su padre, también mecánico especializado en Ford T y Studebaker, acercándoles las herramientas en el taller que primero estuvo en su Caferata natal, en Santa Fe, y más tarde en Chañar Ladeado.

Un día surgió la posibilidad que don Cornelio, su papá, viajara a Córdoba para hacerse cargo de la preparación de los autos de un corredor de aquellos años de apellido Barbalarga. Pero cuando estaban llegando a la Docta, recibieron la noticia que el piloto se había ahogado en el lago San Roque mientras pescaba.

"Fue un golpe duro porque nos quedamos en banda y mi viejo tuvo que empezar a trabajar en la Ford de Córdoba, por lo que nos instalamos en Alta Gracia", señaló Comari a HISTORIAS DE VIDA.

El padre abrió un taller allí y con pleno ADN fierrero, Henzo entró a trabajar en la planta IKA del barrio Santa Isabel, donde en poco tiempo hizo una carrera meteórica.

"Trabajaba en Producción pero me presenté para hacer cosas en el departamento Experimental, donde se hacían proyectos secretos y era el súmun de la fábrica", precisó.

Pero para ser aceptado en una de las pocas vacantes limitadas tuvo que rendir un examen de aptitud que aprobó aun sin tener el secundario, dejando atrás a técnicos e ingenieros.

En meses Henzo era encargado de motores pero no se dejó estar: aprovechó los cursos que daba la fábrica para aprender dibujo lineal y quedarse con el diploma de proyectista de herramientas lo que era vital para poder interpretar los planos.

Asistente de un mago

Llegó a ser asistente de Berta, el mago de Alta Gracia que por aquellos años era jefe de la División Competición de IKA y de la mano de quien entró en el proyecto de los cinco motores Torino preparados para las 84 horas de Nürburgring.

El "elefante blanco", como los medios europeos catalogaban al Torino porque no le daban ninguna chance, dio cátedra en aquella pista y logró una consagración histórica.

"Salió primero en la categoría autos grandes y cuarto en la general" apuntó orgulloso Henzo, que revive apasionado cada minuto de aquella historia que ayudó a escribir hace 44 años con las manos sucias de grasa y el mameluco de mecánico que se niega a colgar para siempre porque lo siente vibrar, como si regulara, toda vez que hay un motor cerca.

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