El envenenamiento en Londres del ex agente Sergei Skripal y su hija Yulia calentaron un ambiente entre las dos naciones. Motivos y consecuencias para el mundo. La política interna, en ambos casos, también juega un rol preponderante

En un conflicto con espías de por medio, que hace recordar a la época de la Guerra Fría, Gran Bretaña y Rusia ponen en alerta al mundo con una escalada discursiva que no parece tener freno. Y mientras tanto, cada uno de los gobiernos, con su problemática interna a cuestas, halla en ese encontronazo una fórmula potable para solucionarlas.

El desencadenante de la crisis fue el envenenamiento, a principios de marzo, en Londres, del ex agente ruso Sergei Skripal y su hija Yulia, que continúan en grave estado. Ese hombre, que fue acusado de alta traición por Moscú hace varios años a partir de un contraespionaje y había sido encarcelado y luego liberado en un intercambio de presos para finalmente recalar en Inglaterra, estaba en la mira de los servicios secretos de su país de origen, según las acusaciones que se vertieron una vez consumados los hechos. Pero esas pautas son desoídas en el Kremlin.

Así es como se abrió el abanico de opciones para presionar: Theresa May, la Primera Ministra británica, apeló a un ultimátum para lograr explicaciones de parte de su par ruso, Vladimir Putin, y al no recibir respuesta decidió expulsar del territorio a una veintena de diplomáticos de aquella nación, algo para lo que hubo un retruque rápido, igualando la sanción en cuanto al personal y, a su vez, cerrando el consulado inglés en San Petersburgo, además de la suspensión de las actividades del British Council, institución que divulga el idioma y la cultura británica en Rusia.

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¿Por qué se sube la apuesta y aumenta la temperatura entre ambos países, de los más importantes del planeta? Justamente, su relevancia internacional, buscando, los dos, evitar mermar su poderío, a sabiendas de las circunstancias que les toca atravesar puertas adentro.

En ese sentido, donde más se nota esa verborragia es en el centro de Europa, pues fueron varios los países que siguieron a la saga de la líder conservadora y se acoplaron a las acusaciones, generando un sentimiento de reprobación hacia Rusia que toma fuerza. Y se certifica esta lógica en pleno proceso de convulsión política en el Viejo Continente, donde los Ejecutivos ven difusa su fortaleza y hasta les es difícil formar gobierno tras las últimas elecciones, como ocurrió en Alemania para Angela Merkel y sucede actualmente en Italia, que aún no tiene definido un panorama.

Gran Bretaña

La propia May viene de tropezar en los sufragios a mediados del año pasado, perdiendo la mayoría absoluta en el Parlamento a manos del partido Laborista, cuando en realidad pretendía revalidar credenciales luego de haber quedado al mando una vez que se habilitó el Brexit y la consecuente salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, pautada para marzo de 2019.

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Ese debilitamiento en las urnas hizo mella en la Primera Ministra, pero se mantuvo en el cargo y hoy, con este conflicto en ciernes, confía en rejuvenecer su imagen, al menos en principio, haciéndole frente, a los ojos del público, a una Rusia que observan cada vez más involucrada en las diferentes problemáticas mundiales. ¿Dónde, por ejemplo? En la Guerra Civil en Siria, que cumple siete años y tiene desde hace un tiempo a Moscú como principal estandarte, moviendo sus piezas de ajedrez para ganar espacio en una zona de vital importancia. O en el propio Estados Unidos, donde se la acusa de haber interferido en las elecciones que derivaron en la asunción de Trump.

¿Y Putín, en tanto? Se apresta a confirmar su presidencia por cuarta vez en una votación dominical en la que se expuso como claro favorito sin atenuantes, con una imagen positiva de envergadura -80 por ciento entre los adultos y cerca del 86 por ciento entre los jóvenes- . Y este encontronazo, que generó discordia, no pareciera mover el amperímetro. ¿Por qué? Sigue la premisa que lo catapultó al poder, recuperando para los rusos el protagonismo estelar en el tablero internacional tras la época posterior al desmembramiento de la Unión Soviética.

Theresa May

Así, desde ambos bandos utilizan sus herramientas discursivas para presionar al otro en una escalada que no se sabe cuándo parará, pero que, en el detrás de escena, les puede brindar un guiño para sus intereses particulares.

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