El líder del grupo de scouts los dejó unos minutos solos. Les dio la orden de quedarse en el lugar, pero, rebeldes, los chicos se fueron a nadar al mar en Oxwich Bay, una playa en Gales. Todos volvieron, pero el pequeño Karl Smith, de doce años, no. Él murió ahogado.
A partir de entonces, en la aldea Prestbury, Gloucestershire, en el sur de Reino Unido, todos recuerdan al niño. Su hermana Ann Kear, que apenas tenía siete cuando ocurrió el deceso, visita frecuentemente la tumba.
Pero durante setenta años a Ann la surcó un misterio. Cada vez que va hacia el cementerio se encuentra con flores, regalos y poemas que alguien deja sobre la placa de hermano. Un enigma que pudo revelar con ayuda de la periodista de la BBC Camila Ruz.
"Cuando vengo me pregunto qué voy a encontrar aquí ahora y si alguien pasa cerca y me saluda y pienso '¿eres tú', '¿eres tú?", le contó Ann al medio inglés.
"Hay tres hortensias y una rosa que, juro, no estaban el domingo. Así que alguien ha estado aquí desde que yo puse mis flores ahí el domingo", agregó.
La mujer conoce la adoración que tenían sus compañeros y habitantes de la aldea por el nene. Era conocido por ayudar a ancianos y estar siempre con alegría por las calles.
"Era mi hermano, así que me gustaría saber (quién es el extraño que va a visitar su tumba). Si se toma el trabajo de hacer todas estas cosas, Karl debe haber dejado una gran impresión en esta persona. Podría decirme algo sobre él. Me encantaría y creo que podría darle un cierre a esta historia".
Ella dejó varios comunicados en la iglesia, leyó pedidos por la radio y consultó a varias personas del cementerio, pero nunca recibió respuestas.
En reuniones de scouts, pidió el listado de chicos que estaban junto a Karl el día de la muerte, pero al contactarlos a todos nunca pudo saber quién era aquél que iba a dejarle flores y poemas.
Ruz llevó los poemas dejados en la tumba de Karl a Stephen Regan, especialista en poesía sobre muerte y duelo, de la Universidad de Durham, en el norte de Reino Unido.
Regan le dijo que uno de los poemas pertenecía a Robert Stephen Hawker, un autor del siglo XIX que asistió a la misma escuela de Karl, Chentelham. Un resultado en vano.
Al poco tiempo, decidieron inspeccionar la lista de los que fueron al funeral. Hallaron a un hombre que había estado con el nene el día que se ahogó y, a la vez, le dio su testimonio a la policía local. Es Ronald Westborough, de 84 años.
Ruz lo entrevistó y, al preguntarle si va a la tumba, él contestó: "Oh, de hecho voy muy seguido".
La periodista decidió unir a ambos, aunque para Westborough fue una sorpresa. No sabía que el fallecido tenía una hermana.
El anciano no puede olvidar la muerte. Contó que intentó salvarlo, pero no pudo. "Esas cosas no se te van más de la mente", insistió.
"Hablo con él y le pregunto 'oye, Karl, ¿cómo estás? Algún día subiré y te veré ahí arriba", le contó a Ann.
"Me quedé muy conmovida por esto", le dijo Ann a Westborough, "ante la idea de que todavía hubiera alguien ahí con quien pudiera hablar. Es encantador conocerte, Ron".
Pero el hombre solamente le deja flores y regalos, nunca poemas...