Un hombre afroamericano de 34 años que permanecía en prisión en Estados Unidos desde los 16 años por el asesinato de una menor, recuperó la libertad luego de que surgieran dudas sobre la investigación del crimen.
En 2002, Myon Burrell, el condenado, fue sentenciado a cadena perpetua por el crimen de Tysha Edwards, una niña de 11 años que murió tras ser alcanzada por una bala perdida.
El disparo fue efectuado en medio de un tiroteo entre dos bandas delictivas en Estados Unidos. Posteriormente, Burrell fue identificado por uno de los miembros de una banda rival, a pesar de que el hecho ocurrió de noche y el tirador estaba oculto tras una pared a 40 metros de distancia del supuesto testigo.
Los investigadores se valieron de los testimonios de otras personas que estaban en prisión que señalaron a Burrell, aunque en ningún momento se encontró el arma del crimen, ni tampoco material genético o huellas dactilares del sospechoso.
Posteriormente, algunos de los informantes se retractaron, mientras que uno de los cómplices de Burrell, condenado a su vez a 45 años de cárcel por otro crimen, se adjudicó el disparo que le quitó la vida a la niña.
La investigación por este caso quedó en el centro de la escena en Estados Unidos a principios de 2020 luego de que una investigación de Associated Press y American Public Media señalaran todas estas inconsistencias en la causa.
Finalmente, la Junta de Indultos de Minnesota, en Estados Unidos, dispuso este martes que la condena de Burrell sea conmutada por 20 años de cárcel, con el tiempo que le resta por cumplir en prisión, en libertad vigilada.
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