La reliquia de la sangre de San Pantaleón se licuó nuevamente en el convento de la Encarnación en Madrid, en España, en una ceremonia que se realiza cada 27 de julio.
En el lugar se congregaron numerosos fieles, aunque aún no se ha recuperado la cantidad de personas de los años previos a la pandemia de coronavirus.
Por su parte, la Archidiócesis de Madrid difundió los testimonios de algunos de los devotos que se acercaron al lugar.
Flora, una de las fieles, reconoce que acude desde hace años puntual a la cita, en agradecimiento porque ante el prodigio de la sangre licuada comenzó su camino de amistad con Cristo.
“La primera vez que vine me impresionó y, en cierta manera, ahí empezó mi conversión”, asegura. Desde entonces, cuando su fe no estaba asentada aún, aquello le animó a frecuentar la Iglesia.
Cada 27 de julio, la Iglesia Católica celebra a San Pantaleón mártir, médico nacido a fines del siglo III en Nicomedia.
Es considerado uno de los catorce “santos auxiliadores”; es decir, se pide su intercesión ante males o enfermedades particulares. Pantaleón intercede contra los dolores de cabeza y la tuberculosis.
El nombre “Pantaleón” está copiado del griego y posee un hermoso significado: “El que se compadece de todos” (Παντελεμων, Panteleímon), rasgo que el santo supo plasmar a través de la medicina.
Todo buen médico debe “compadecerse”, tener empatía con sus pacientes. Precisamente como el dolor no le es indiferente, busca la mejor manera para aliviar o curar.
Pantaleón fue un médico de la nobleza hacía el siglo IV d.c. Vivió en la región turca de Esmirna. Su vida cambia radicalmente al convertirse al cristianismo, al ser acosado y martirizado por sus nuevas ideas religiosas en el año 305 d. de C.
Según la tradición cristiana, varios fueron los fieles que recogieron su sangre con pequeños algodones y la fueron guardando en ampollas de cristal que se fueron repartiendo por toda Italia y otros países para su culto.