Se considera un héroe nacional. “Defendí a mi país y a mi pueblo", repitió en varias oportunidades. Ratko Mladic es conocido como “el Carnicero de Bosnia”. El jefe militar fue condenado a cadena perpetua el martes por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) en La Haya, por genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos hace más de dos décadas durante de los Balcanes entre 1992 y 1995.
Detenido en 2011 tras 16 años de huida, el corpulento militar se presentó ante los jueces con su característica arrogancia. Pero, a pesar de la sentencia histórica, el sujeto siguió en su insistencia: "Soy el general Mladic. Defendí a mi país y a mi pueblo”.
Hombre colérico y brutal para algunos, alegre y extravagante para otros, aseguró un día que "las fronteras siempre se habían trazado con sangre, y los Estados, delimitado por tumbas".
Se le considera como el tercer arquitecto de la limpieza étnica en un conflicto intercomunitario que dejó más de 100.000 muertos y 2,2 millones de desplazados entre 1992 y 1995. Desde Belgrado, el presidente Slobodan Milosevic, fallecido en la cárcel a los 64 años en 2006, inflamaba los Balcanes con sus discursos sobre la Gran Serbia, mientras hablaba con la comunidad internacional.
En Pale, capital de facto de los serbobosnios, el psiquiatra Radovan Karadzic, de 72 años, condenado en 2016 a 40 años de detención, vomitaba su propaganda fanática. Mladic, hoy de 74 años, era su brazo armado, el único del trío nacido en Bosnia, en Bozanovici, un pueblo de campesinos pobres del sur.
En Sarajevo, el Carnicero lideró una “limpieza étnica”, como él mismo decidió llamar a una operación estratégica de sus dirigidos para terminar con los habitantes de la ciudad. "¡Quemen sus cerebros!", "¡Que sean bombardeados hasta que enloquezcan!", se lo escuchaba ordenar mientras se reía de sus víctimas, la mayoría mujeres, ancianos y niños.
Huérfano de un padre partisano que murió a manos de los croatas ustachas pronazis, integró el ejército yugoslavo.
Al comenzar la guerra, tras haber combatido contra los croatas, se fue trasladado a Sarajevo, donde dirigió el sitio de casi cuatro años que devastó la ciudad. Más de 10.000 habitantes, entre ellos 1.500 niños, murieron allí víctimas de los francotiradores y de la artillería que disparaba desde las colinas controladas por las tropas de Mladic alrededor de la localidad.
En 1995, Mladic dirigió la matanza de Srebrenica, considerada como la peor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, por la que se le acusó de genocidio.
Tras los acuerdos de Dayton, que ponen fin a la guerra, Mladic permaneció en Bosnia, a salvo en su refugio de Han Pijesak, una base medio enterrada en un bosque de pinos del este del país.
Luego se instaló en Belgrado, protegido por el ejército. Allí, aunque oficialmente se le buscaba, él no necesitaba esconderse. Podaba su plantas, iba a la panadería, cenaba en restaurantes y asistía a partidos de fútbol. Pero, con la caída del régimen de Milosevic en 2000, entró en la clandestinidad. Los arrestos debilitaron sus redes y para Serbia, que aspiraba a entrar en la Unión Europea, el general se convirtió en un problema.
El 26 de mayo de 2011, la Policía lo detuvo en casa de un primo suyo, en el pueblo de Lazarevo (norte). Tras su traslado a La Haya, en 2012, comenzó su juicio por delitos de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra.
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