Tres vecinas de Villa Unión juntaron esfuerzos para brindar una asistencia a los más chicos con edades que oscilan entre año y medio y los 14. “Luchamos como podemos, puesto que hay problemáticas diferentes”, indicaron.
La calle Zinny al 3474 se ha transformado en un rincón de amor solidario, en donde los niños no sólo encuentran una taza de leche caliente y un pedazo de pan para llenar su estómago, además reciben calor humano, de hogar. Y las responsables son tres mujeres, tres vecinas de Villa Unión, una de las barriadas más pobladas y necesitadas de Laferrere. Mónica Fernández, Micaela Gómez y Marina Guanco, fundieron el sentimiento por el otro y le dieron forma a Los Girasoles, el merendero que atiende tres veces por semana a unos 60 chicos. 'El nombre salió porque el girasol es una sola flor con un montón de semillitas; crece alto y salen cantidad de semillitas', cuenta Mónica, creadora del nombre.

"Día a día"

Lunes, miércoles y viernes unos 60 chicos, cuyas edades oscilan entre año y medio y los 14 años, esperan que se abran las puertas para recibir su taza de leche o mate cocido. 'Nos arreglamos día a día. Los chicos más grandes nos ayudan. Mica y yo nos juntamos a las 14, luego de llevar a nuestros hijos a la tarde a la escuela. Amasamos las tortas fritas, a veces hacemos pastelitos, mi hija más grande, de 16 años, va a buscar a los hermanos a la escuela, mientras nosotras nos ocupamos de los chicos, que llegan tipo 17 y encuentran todo listo', explica la vecina de Villa Unión.

No sobra nada, excepto el esfuerzo de las tres, que dejan de lado el descanso para desparramar solidaridad. Mónica tiene tres hijos y su marido es albañil; Mica es mamá de dos chicos y su esposo es empleado en una fábrica de alfajores; y Marina tiene un bebé junto a su marido que es repartidor de carne. Es decir, todo sale de hogares de trabajadores, en donde el mango escasea, pero el amor desborda. 'Estamos más que felices porque juegan y comen y me llenan el alma. Porque se trata de un bien que uno hace por el otro. Es que verlos reír es relindo', confiesa Mónica.

'A las 14 ya hay chicos que se paran en la esquina para esperar la taza de leche. Yo salgo y les aconsejo que primero vayan a la escuela', cuenta Mónica para describir la realidad que se está instalando en muchos puntos de La Matanza.

Se genera una responsabilidad tácita en ellas porque 'no podemos decirles que no, ya que cada día aparecen uno o dos más. Y luchamos como podemos, puesto que hay problemáticas diferentes, papás sin trabajo, violencia familiar, abusos, escuchamos de todo. Pero debemos seguir porque ellos sienten que el merendero es un hogar', dice. Y recuerda. 'Un día llovía fuerte y vinieron todos igual. Y cuando se van dicen que se van llenos, porque queda claro que para algunos es la primera y única comida del día.

Se llevan leche cuando sobra', explica Mónica, que para cerrar afirma: 'No les podemos decir que no cuando nos preguntan si pueden traer a un primito. Pero además, esto nos lleva a fijarnos una meta más, que es al menos una vez por semana hacerles un guiso'.