Conocí el tenis de mesa en el 98 en la sede de hoy. Empecé mi carrera ahí y es el día de hoy que sigo representándolo en todos los torneos", precisó tras el incendio que terminó afectando a la institución.

La explosión suscitada la semana pasada en la fábrica de pinturas para serigrafía, en San Justo, se llevó una buena porción de trabajo ilusiones y necesidades que vivían y que quieren seguir viviendo en la sede del Centro de Discapacitados de La Matanza (CEDIMA). Esas instalaciones vieron a miles de chicos que llegaron con sus mochilas a cuestas y que allí se fueron transformando en energía pura.

Giselle Muñoz es una hija de CEDIMA. Ayer llegó con su discapacidad como elemento paralizador, pero lo convirtió en logros deportivos y personales. Hoy, la jugadora de tenis de mesa adaptado sufre por ver a su club en ruinas. “Fue terrible; fijate que conocí el tenis de mesa en el 98 en la sede de hoy. Empecé mi carrera ahí y es el día de hoy que sigo representando a CEDIMA en todos los torneos”, cuenta.

“Es desgarrador ver el club así, después de tanto trabajo que nos costó a todos levantarlo durante años. A medida que fueron pasando los años se fue sumando mucha gente, se armó una gran familia y es en estos momentos en los que se nota la unión”, reflexiona y confiesa: “El día del incendio, cuando me llegaron las primeras fotos y viendo las llamas en el club me ponía a pensar en todo lo que se había hecho. En todo lo que costó levantarlo, los miles de eventos con los chicos, en todo lo que se disfrutó en ese lugar. Y es así inevitable que se haga un nudo en la garganta. Es que los más chicos por un tiempo no van a poder disfrutar de su club como debería ser”.

Para la jugadora de Laferrere, “ahora hay que remarla desde abajo, pero somos remadores natos y de esta salimos pero tranquilos. Porque la familia de CEDIMA es de remadores, ya que la discapacidad te pone miles de pruebas por delante y esta es una de esas y que vamos a tener que superarlas. Somos una familia grande y creo que saldremos enteros”, definió.

Giselle, que ha viajado por el mundo, llegó con 12 años al club con una hemiplejía del lado derecho de la mitad del cuerpo, que es un acortamiento de los tendones. “Entré a los 12 años a CEDIMA hoy tengo 33, es decir que llevo 21 años en el club. Este lugar cambió mi vida. Cuando entré era una chica que no hacía nada por si sola. Mi familia me sobreprotegía mucho pero el deporte me ayudó muchísimo y me cambió la vida. Hoy vivo del deporte, formé mi familia y CEDIMA también es mi gran familia”, señaló y agregó: “No sé qué hubiera sido de mí, si no conocía a CEDIMA, al igual que para muchos chicos”.

La jugadora de tenis de mesa figura 7° en el ranking mundial, tiene cinco Juegos Paralímpicos, medalla de bronce en el Mundial de Beijing, y hoy se prepara para el Panamericano a fines de noviembre en Costa Rica. “Hoy gracias a Dios y a todo lo que me dio el club puedo vivir de lo que me gusta”, indica y deja la promesa en pie: “Las familias que viven ahí en la sede saben que pueden contar conmigo, ahora todos nos juntaremos para ir levantando con el aporte de cada uno”.

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